Olympiacos 76 - 62 MÓNACO
El Olympiacos, a la final al estilo Real Madrid
Los griegos remontan una desventaja de 12 puntos, firman un tercer cuarto de escándalo y competirán por el título cinco años después
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El Olympiacos sacó a relucir su condición de favorito y, tras una primera parte muy floja, se impuso al Mónaco en una exhibición de grandeza y de baloncesto de calidad en la segunda. Los de Bartzokas, apoyados por prácticamente todo el recinto, remontaron los 12 puntos de ventaja de los monegascos al descanso en cuestión de minutos y, ya superado el Rubicón, mostraron por qué fueron el mejor equipo de la fase de regular de la Euroliga: un conjunto de esfuerzos y empatía en defensa y con una batería ofensiva que asusta, liderada por Vezenkov y Papanikolaou. Tras quedarse con la miel en los labios hace un año (una canasta en el último segundo de Micic los dejó fuera de la final), ahora sí competirán por ser los reyes de Europa.
Juega en casa el Olympiacos, arropado por más de cinco mil hinchas en el Zalgiris Arena. Nadie cuenta con el Mónaco, un equipo débil en las gradas pero de lo más pegajoso en la cancha, liderado por uno de los talentos más exuberantes de la Euroliga, el estadounidense Mike James, y encorsetado por mucho físico y ganas de sentarse en la mesa de los escudos más prestigiosos del continente, aunque la de 2023 fuese su primera Final Four. Los monegascos, sin presión, consiguieron coger el timón del partido desde el inicio, convirtiendo el duelo en un pantano, cansino, de ritmo lento, coto incómodo para los griegos y su espectacular plantilla.
Comenzaban a desperezarse los de El Pireo gracias a la dirección del genio Sloukas y la contundencia de Vezenkov, reluciente MVP de la competición, pero eran en el ABC del baloncesto donde fallaban los griegos, superados en el rebote, erráticos en los tiros libres y con el traje de gala puesto cuando en realidad lo que hacía falta era ensuciarse. Fue McKissic, con cinco puntos consecutivos de mucho mérito, quien consiguió acercar en el marcador a los de Bartzokas ante un Mónaco que seguía compitiendo a las mil maravillas, pero que sin James sobre la pista le costaba encontrar clarividencia en la parcela ofensiva. Eso sí, cuando el ex de Baskonia estaba en pista, junto con su fiel escudero Okobo, los del Principado se convertían en un equipo temible, frustrante y delicioso. Al descanso ganaban de 12.
Debió de caer bronca de Bartzokas en el vestuario, porque el Olympiacos recobró la consciencia, se miró al espejo y salió lanzado tras la reanudación. Con contraataques, balones interiores al gigantón Moustapha Fall y las puñaladas exteriores de Papanikolaou, los helenos le dieron la vuelta al electrónico en un periquete. Se desesperaba Sasa Obradovic en el banquillo porque todo lo que había construido su Mónaco se desplomaba de manera violenta, incapaces de encontrar sus pupilos una grieta en la nueva y alta muralla defensiva de los griegos. La marea roja sacó los colmillos, imparable, asesina. El parcial del tercer cuarto fue un escándalo: 25-2 para el Olympiacos.
Se repuso de la somanta el Mónaco, pero ya incapacitado, muy herido en lo moral. Disfrutaban los de El Pireo, con contundencia pero sin grandes alardes, simplemente haciendo valer su superioridad en todas las parcelas del baloncesto. El reloj se vació y al fin, tras cinco años, volverá a competir por ser el campeón.