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Víctor Pulido, artista y soñador: «Crear es liberar todos tus sentidos para revelar tus sentimientos»
Le pudo la contemplación y la curiosidad, observar todo aquello que tuviera relación con la belleza y con las cosas bien hechas y afirma que «no recuerdo un momento de mi vida sin un lápiz en la mano»
Asegura que sigue aprendiendo en cada instante de las cosas más sencillas y aparentemente sin valor, de todo aquello que se refleja en su vida y en sus emociones
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De hondas raíces onubenses, Víctor Pulido vino a nacer en Huelva de pura casualidad. Sus padres residían a la sazón en el Puerto de Santa María, donde debería haber nacido el pintor y donde vivió sus dos primeros años de vida, a partir de entonces la Isla Chica es el lugar donde se ha movido como pez en el agua, en todas las aguas, porque la vida de este genial y ya consolidado artista, ha sido un ir y venir por todas las facetas que las artes plásticas le han podido llegar por uno u otro cauce. Sin antecedentes familiares en el mundo del arte, a Víctor Pulido le pudo la contemplación y la curiosidad, observar todo aquello que tuviera relación con la belleza y con las cosas bien hechas, desde el teatro a las exposiciones que en su primera juventud tuvieron unos años de apogeo en Huelva. Fueron los años de Rafael Delgado, Juanjo Oña o Salvador Mora al frente de la gestión cultural en la provincia. Este constante mirar, animado por la curiosidad tan propia de la gente sensible, le llevaron a entender el camino que lleva a la plasmación de los sentimientos en un lienzo o a modelar con barro aquello que percibía y cómo lo llegaba. Armado de continuo con lápiz y papel, asegura que sigue aprendiendo en cada instante de las cosas más sencillas y aparentemente sin valor, de todo aquello que se refleja en su vida y en sus emociones.
-Eso de nacer fuera de Huelva parece ser una costumbre muy arraigada en algunos onubenses.
-Sí, pero en realidad yo nací en Huelva. Mi madre tuvo que venir a Huelva a causa de una grave enfermedad de mi abuela, de modo que me fue a parir aquí, en mi tierra, porque mi padre estaba entonces destinado en el Puerto de Santa María, era facultativo de minas y trabajaba en el Mopu, pero con apenas dos años ya estaba mi familia instalada definitivamente en Huelva. Mis padres y toda mi familia son de aquí y además muy de aquí.
-Te recuerdo muy de la Isla Chica.
-Sí, siempre hemos vivido en la Isla Chica y de hecho yo sigo viviendo en el mismo sitio al que nos mudamos cuando tenía ocho años, de la calle California, que está entre el estadio antiguo y José Fariñas, a Roque Barcia, más abajo de Los Cuartelillos. Más de la Isla no puedo ser.
-En la Isla tuviste una infancia dichosa pero aislada, del arte me vengo a referir.
-Sí, ni en la Isla Chica ni en lado alguno. En Huelva no había escuela de arte ni nada parecido, pero sí que había un ambiente cultural en aquellos años bastante interesante. Recuerdo que los conciertos de música clásica eran habituales por aquel entonces, por aquí recalaron las mejores compañías teatrales de aquellos tiempos, La Fura, Comediants, o Dagoll Dagom, con unas propuestas plásticas en su escenografía muy interesantes. Y si hablamos directamente de artes plásticas, hubo varias galerías muy activas en la ciudad.
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«Siendo muy jovencito me impresionó un mural de un pintor que supe que se llamaba Guevara y del que pasado el tiempo, lo que son las cosas, acabé siendo muy amigo»
-¿Y se te ocurrió hacer Bellas Artes, así como así?
-Bueno, hubo algunos detalles que me llevaron a los, para mí, muy hermosos caminos de la creación plástica. Te podrá parecer poca cosa, pero siendo muy jovencito me impresionó un mural de un pintor que supe que se llamaba Guevara y del que pasado el tiempo, lo que son las cosas, acabé siendo muy amigo. Además, tuve contactos con algunos pintores y hasta con profesores de dibujo que me dieron algunas pistas sobre lo que era aquello de la pintura. En todo caso el dibujo me ha acompañado desde mucho antes de tener uso de razón. No recuerdo un momento de mi vida sin un lápiz en la mano.
-Con Pepe Guevara tuviste una relación muy estrecha.
-Sí, él regresó a Huelva siendo ya una figura internacional en el mundo del arte. Aquí pasó sus últimos años, en la tierra que tanto amó. Cuando Pepe vuelve mi padre acababa de fallecer y de alguna manera él ocupa la figura de mi padre. Estuvimos cinco años muy unidos, hasta que nos dejó. Hicimos un viaje a Italia juntos en el que aprendí una barbaridad. Pepe Guevara en Italia era toda una figura de las artes plásticas. Luego fuimos a Francia y expusimos juntos en París, pero sobre todo hablamos, y él me habló, de todo aquello que no se aprende en una escuela de arte, de los sentimientos y de la sensibilidad que es menester emplear para crear una obra de arte.
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-Hay una anécdota muy divertida, o no, según se mire, con respecto a una pieza de Guevara y justo en los tiempos en los que él empezaba a despuntar en el panorama pictórico internacional.
-Sí, tragicómico podría decirse que fue aquello. Aquel mural que tanto me impresionaba estaba en la Caja de Ahorros, y tras unas reformas el arquitecto o quien fuera pintó la pared de verde, lo cual destrozaba totalmente el ritmo cromático de la pieza de Guevara, que cuando se enteró se enfadó bastante. La solución fue darle la vuelta al lienzo y pintó por atrás una marina bastante mediocre, y así se quedó el asunto hasta que muchos años después Jesús Velasco pudo desfacer semejante entuerto, se hizo con el cuadro de gran formato, lo restauró y ahora forma parte de los fondos del Museo provincial de Bellas Artes. Esa pintura fue una de las causas de que me introdujera en la abstracción. Eso me hizo estudiar a los abstractos y muy especialmente a los informalistas abstractos.
«Juan Manuel Seisdedos, como me ha ocurrido con Pilar Barroso, Santana o con Pepe Guevara, me han llevado por los caminos correctos»
-Jesús Velasco, el gran historiador del arte, fue quien me puso sobre la pista de un joven pintor onubense que apuntaba maneras, pero también Juan Manuel Seisdedos.
-Sí, Jesús es toda una referencia en la pintura de Huelva, el norte de la brújula plástica onubense, sin lugar a dudas. También Juan Manuel Seisdedos, como me ha ocurrido con Pilar Barroso, Santana o con Pepe Guevara, me han llevado por los caminos correctos. De hecho, a través de ellos tú me escribiste el catálogo de la primera exposición de cierta entidad que pude realizar, en la galería que Manolo Vázquez montó en la calle Gravina, en su centro de arte.
-Antes estuviste exponiendo en bares, como en el Ibiza de nuestro querido y llorado amigo Tente.
-Hasta en la sacristía de la iglesia de Punta Umbría. Eran tiempos complicados y había que sacar un duro hasta de debajo de las piedras. La exposición en el Ibiza la recuerdo con cariño y sobre todo con el rigor que la montamos. El propio Tente me compró una pieza. Por entonces yo andaba con la ilusión de ir a Sevilla para estudiar Bellas Artes, de modo que fui a contactar con otros dos personajes de la Huelva de entonces, con dos auténticas personalidades del arte en aquellos que fueron tan movidos y divertidos años ochenta, Paco Ribera y Fernando Domínguez Rivas. Estuve con ellos un año en Arte 2, porque ya Rafael Mélida se había ido de esta academia, aunque con él tuve la suerte de aprender una barbaridad, entre otras cosas porque le acompañaba cuando salía a dibujar a Huelva aquel impagable Cuaderno en el que está retratada la ciudad de aquellos benditos años. Con Paco y Fernando pude mejorar de forma notable mi amor por el dibujo, hasta el punto de que pude superar el por entonces complicado examen de ingreso en la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla. Con ellos regresé de alguna manera a la figuración y de momento dejé el abstracto para mejor ocasión. En realidad, siempre he andado de un lado para otro, figuración, abstracción, una y otra vez. Ahora acabo de dejar todo ese inmenso y duro camino de la abstracción con resinas, realizando piezas de gran formato que han tenido muy buena aceptación en galerías y entre coleccionistas. De nuevo cambio y ahora otra vez empeñado con el figurativo.
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-En el 87 ingresas en Bellas Artes.
-Ahí va. Y no era tarea fácil. Mis padres tuvieron que hacer un esfuerzo económico importante, me aconsejaban, siempre mirando por mi futuro, que estudiara algo distinto, pero conté finalmente no sólo con su beneplácito sino con su ayuda, a lo que se sumaron mi abuelo y hasta mi hermano mayor, de ahí que siempre tuviera la necesidad de compaginar estudios con exposiciones, con esa necesidad que siempre hemos tenido de vender alguna obra para sobrevivir.
«El tener los garbanzos asegurados te permite trabajar con más libertad. Qué duda cabe»
-Antes de acabar la carrera, estás exponiendo y con éxito en galerías importantes. Por aquellos años y bien joven expones en la Caja de Ahorros, que era toda una referencia
-Exacto, y allí expongo una serie que partía de objetos o materiales que encontraba por la calle o en derribos. Trozos de mármol o pedazos de madera me sirvieron para pintar objetos pequeño formato o insectos, muy realistas. Aquello tuvo muy buena aceptación. Andaría yo entonces en segundo o en tercero de carrera. La facultad de Bellas Artes fue para mí no solo un lugar de aprendizaje, sino también mi estudio. Allí y en los compases finales de mi formación académica, pinté toda la serie de las pateras que luego expuse en Diputación. Eso fue hará cosa de treinta y cinco años más o menos. Nunca he vuelto a exponer en mi casa, en la Diputación, donde dicho sea de paso tengo mi puesto de trabajo y, en consecuencia, mi salvación. El tener los garbanzos asegurados te permite trabajar con más libertad. Qué duda cabe.
-Volvemos a la escuela y a tus viajes de formación.
-Sí, ya te hablé de mi periplo italiano y parisino con Guevara, una ciudad a la que volví con Pilar Barroso y con un nutrido y divertido grupo de artistas con los que antes estuvimos exponiendo en Estrasburgo. Después han venido más viajes, más experiencias, pero hay un viaje anterior que para mí fue esencial. Recién acabada la carrera, en los noventa, me largué a Florencia con un compañero de curso, Javier Montes, con poco dinero y mucha ilusión. Él me advirtió que habría que ir con un cuaderno para tomar apuntes, y le hice caso. Ese fue el primero de los muchos que he atiborrado después de bocetos del natural, apuntes, retratos… Tengo más de cien. En el dibujo está la razón primera de una obra de arte. Sin el soporte de un dibujo exacto no hay nada.
-En la Universidad, como en el colegio se hacen muy buenas amistades.
-Así es, en esos años conocí además a gente muy interesante, Jesús Puente, Javier Velasco, Paco Pérez, Valencia, Broca, Flores… con los que sigo teniendo relación y todos buenos artistas. También tuve la suerte de conocer al pintor Paco Molina, que llevaba la Fundación El Monte y hacía los montajes. Con él aprendí muchísimo de montaje de exposiciones, lo conocí un día que estuvo en la facultad dando una conferencia. Hubo uno en la sala que le cuestionó lo que se hacía allí mismo, en la facultad, y respondió que lo mejor que se podía hacer era poner una bomba con todos los profesores dentro. Con él aprendí una barbaridad y a su alrededor había muchos artistas jóvenes.
-Tu estancia sevillana acaba y te vuelves al barrio, pero ya eres un pintor conocido y reconocido antes incluso de acabar.
-Empecé a ser conocido entre galeristas y gente del mundo que yo había elegido. Pero mi regreso a Huelva es más prosaico que buscar un retiro espiritual para pintar, me llaman para hacer el servicio militar y opto por la objeción de conciencia. Fue todo un golpe de suerte porque mi destino fue la Diputación Provincial y me envían en el momento justo, cuando se estaba creando el departamento de Diseño, como más adelante se conformó un departamento de comunicación. Allí empecé a colaborar con ellos y ya fue un no parar, acabó mi periodo de servicio a la patria, la objeción de conciencia, pero no el relacionado con la Diputación. Tuve la suerte de tener un trabajo creativo y además nutricio.
-No fue esa tu primera experiencia con el primer organismo provincial.
-Pues no, años antes con la serie de pateras que pinté en la facultad, conseguí el premio Vázquez Díaz y dos años más tarde me hice con la beca Vázquez Díaz. Ya instalado en Huelva realicé una serie de pinturas sobre los cabezos que expuse en Gravina Centro de Arte, y al poco me ofrecieron un contrato temporal en la Diputación para luego optar y conseguir un contrato fijo. Hasta la fecha. Esto me ha permitido financiar mis proyectos y tener más libertad para crear, como te estaba contando.
-Te estabilizas, te casas, tienes dos niños estupendos…
-Ahí va, me caso con un niño ya en el mundo. Y al menos artísticamente estoy estabilizado. Conozco los caminos por los que voy caminando, despacio, sin prisas, o eso creo. Y de los niños que te voy a contar, tú los conoces.
-En Huelva entras en contacto con gente muy interesante.
-Por supuesto, ya te conté lo de Pepe Guevara, a quien tanto admiré y a quien tanto quise. Y tengo a Enrique Romero Santana, toda una figura mundial, y por supuesto a Pilar Barroso, a quien tanto queremos los dos, tú y yo, los dos, y el amor que tenemos por ella. Desde que regresé tuve buenos contactos con muchos, muchísimos amigos a los que nunca dejé de ver y de estar en contacto con ellos, como es el caso de Juanma Vidal, o Miguel Ángel Concepción, Castro Crespo, Faustino, Jorge Hernández, Pedro Rodríguez y Pedro Rodríguez Garrido, los dos, Belmonte, Lagares… y por supuesto la gran figura de las artes plásticas que es Juan Manuel Seisdedos. Hay muchos más que seguro que me los dejo en el tintero, pero no lejos de mi corazón. Además, sigo teniendo contacto con mis colegas sevillanos o que residen allí.
«Le di un montón de vueltas a mi trayectoria para acabar de nuevo en la abstracción y en una serie que algunos no entendieron bien»
-Tu pintura, o tu labor como escultor, ha tenido muchos viajes de ida y vuelta.
-Por supuesto, no me quedo en un lugar, no puedo. A finales del pasado siglo, en el 2000, hago un resumen de todo lo que había hecho hasta entonces y roté mil grados o más. Le di un montón de vueltas a mi trayectoria para acabar de nuevo en la abstracción y en una serie que algunos no entendieron bien porque venían de conocer mi faceta como pintor figurativo y les chocó algo ese cambio. Recuerdo a un conocido arquitecto que llamó a lo que estaba haciendo feísmo, nombre que adopté por supuesto. Me metí entonces de lleno en la escultura más ácida y crítica, cabezas deformadas, perros, zapatos, enanitos del bosque… con un fondo de crítica social que acabé con una campaña no electoral: «Vota a Nadie porque Nadie se acordará de ti». De todo aquello regresé a mis insectos, una de mis pasiones. Y al realismo, claro.
-Es el tiempo de la libélula que está en la Universidad.
-Exacto, regresé a los insectos, como los que pinté sobre mármol en los ochenta... y de pronto, de nuevo la abstracción. Investigué el uso de la resina y otros materiales consistentes, con buenos resultados, al menos en las galerías. Ahora estoy regresando a la figuración.
-Disfrutas con todo.
-Con todo lo que hago. Me vuelco en cosas que logré hacer y otras en las que pienso, le doy vueltas y que luego no acabo de hacer. Procastrinación se llama eso. Estuve hace poco con mi amigo Javier Montes, que se estaba comprando un bastidor enorme y no me pude resistir. Me he comprado tres.
«Dejas que la cabeza vuele alto y eso te permite expresar hasta aquellos sentimientos que no siempre salen a la luz»
-Y qué vas a hacer con esas superficies tan tremendas.
-Pues lo que decías disfrutar. Crear, que es liberar todos tus sentidos para revelar tus sentimientos más profundos, más íntimos. Crear es pura liberación, es un momento muy especial, se puede soñar con un pincel o una gubia en la mano, dejas que la cabeza vuele alto y eso te permite expresar hasta aquellos sentimientos que no siempre salen a la luz.
Aquí lo dejamos, soñando con sus proyectos, con su vida dedicada al arte. Una conversación que no acaba porque Víctor Pulido y yo, quienes nos conocéis lo sabéis, somos amigos, muy buenos amigos. Le dejo en su estudio, pintando, rematando algunos pequeños cuadros que le van a llevar en volandas, seguro, a atacar esos lienzos enormes que van a ser su fruto más inmediato. De momento se centra en pequeñas cosas, en la vida sencilla por la que ha optado este grande de la pintura, un artista, un pensador, pero sobre todo un soñador.