Una formidable limpieza de corrales en Las Ventas
Con una escalera indigna de Madrid, Álvaro Lorenzo da la única vuelta al ruedo tras denegarle el palco la oreja
El regreso de Garrido tras su grave cornada en San Isidro

Lo llamaban corrida de la juventud y podría haberse llamado corrida de la limpieza de corrales, una impresentable escalera en la que los que aprobaron semejantes toros debieron de confundir por momentos el volumen con la belleza y el trapío. El caso es que ... el grandón 'desconjunto', con desfile de cuatro hierros por la pasarela venteña y una cabra colada, tampoco salvó los muebles con su bravura. Qué bajos de casta. Eso sí, con la virtud de la obediencia, manejables en general, lo que tampoco ayuda en la catedral del toro.
Aroma de otros tiempos traía José Ruiz Muñoz, con sangre faraónica. Al fondo de su chaquetilla, unas ramitas de romero, que tantas tardes pasearon Curro, su tío abuelo, y Paula, con un guiño a su barrio de Santiago. Su cruz llevaba, la cruz de la Hermandad del Prendimiento. Era la confirmación de alternativa del gaditano, que buscó la despaciosidad y dejó estampas en sepia con maneras que no se estilan hoy, tan sencillamente natural, como ese cambio de mano a Barbudo, un vellosino amplio y grandón que suscitó las protestas. Lo que estaba para protestar era el ruedo, tan suelto y colmado de huellas. Dos series duró sobre aquel patatal Barbudo, tan manejable como soso. La espada emborronó su confirmación.
Hondo, con más volumen que cara el segundo, que humillaba pero blandeaba, lo que suscitó las protestas. No le quedó otra al palco que enseñar el pañuelo verde. Corrió turno José Garrido y apareció uno de Lagunajanda -más de cincuenta días, con sus noches, llevaba la divisa gaditana en chiqueros-, al que recogió con fenomenales capotazos Chacón, que no tuvo su mejor tarde con los palos. Se gustó el otro José, Garrido, en las chicuelinas del quite. Y eso que Arquero husmeaba continuamente las tablas. A su vera tuvieron que banderillear, con un gran par de Vicente Herrera, que se desmonteró. Era el regreso del pacense, con un crespón negro en la manga de la chaquetilla, a Las Ventas tras su cornada en San Isidro. Y al cielo brindó. Dejándosela puesta, ligó una vibrante tanda diestra, que era el pitón del animal. Fue la más redonda de una faena en la que cosechó saludos.
Nada gustó el tercero, con aires caballunos, alto, largo y estrecho de todo, con esas sienes apretaditas. Jaleante se llamaba el del Vellosino, pero los que 'jalearon' fueron los aficionados un amplio repertorio: «¡Plaza 1, dimisión!», «¡Ladrones!», «Y los veterinarios?» o «¡Toro, toro!». Y toro de Madrid era lo que faltaba en la corrida concurso en la que acabó convertida la tarde. Ni por fuera ni por dentro invitaba a nada. Ni se empleó ni le acompañaban las fuerzas. El estribillo del «miau, miau» no tardó en sonar. En medio de aquella escandalera hizo bien en abreviar Álvaro Lorenzo. Así era imposible rascar nada.
Madrid
- Monumental de las Ventas. Domingo, 2 de julio de 2023. Corrida de la juventud. 6.064 espectadores, según el dato de Plaza 1. Corrida de la juventud. Toros de El Vellosino (1º, 2º y 3º), Lagunajanda (4º -que acabó lidiándose en segundo lugar tras correr turno Garrido- y 6º), Martín Lorca (5º) y un sobrero de Las Ramblas (4º), amplios en general dentro de la mucha desigualdad -indigno de Madrid el 3º-, manejables y bajos de raza en general.
- José Garrrido, de azul marino y oro. Estocada caída (saludos). En el cuarto, estocada desprendida y descabello (silencio).
- Álvaro Lorenzo, de azul y oro. Dos pinchazos y estocada trasera tendida (silencio). En el quinto, estocada tendida. Aviso (petición de oreja y vuelta al ruedo).
- José Ruiz Muñoz, de crema y oro. Pinchazo y estocada trasera y caída en dos tiempos (silencio). En el sexto, dos pinchazo y estocada defectuosa (silencio).
Dos perchas lucía el amplio remiendo de Las Ramblas, la ganadería que iba a sustituir a Los Bayones pero que al final quedó de 'sobrera'. En fin. Un lío de corrales de muy señor mío. El caso es que este Tamborero, con pinta de portero de discoteca, quiso meter la cara en la buena lidia de Chacón. Y así llegó a la muleta, aunque su escasez de fortaleza y casta le hacía protestar enormemente. Tanto que así era imposible que la faena de Garrido cogiera altura.
El quinto, de Martín Lorca, brindó ciertas opciones dentro de su contado poder y Lorenzo – dominador de distancias y alturas para que el toro no se agotara– las aprovechó con su aprendida técnica castellana y con ese temple innato. Bordó los de pecho y unos ayudados. Muy torero el broche y muy centrado en toda la faena el toledano, pese a las voces a destiempo. Qué cansinos son algunos. Mató con habilidad de una estocada y hubo petición, pero el presidente no la estimó suficiente y el premio quedó en vuelta al ruedo. Otro trofeo negado...
Cerró plaza uno de Lagunajanda de mejores hechuras pero con una movilidad sin ritmo. Muchos pasos le perdió Ruiz Muñoz, desconfiado con el acero y sin pena ni gloria en este sexto.
Qué formidable limpieza de corrales. Así no, Madrid.
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