'Nos, que sabemos', de José Martín Gómez
Teatro vintage
El autor onubense firma una diatriba sobre la iglesia y sus padecimientos, los de cintura para abajo y la de la risible contradicción de vivir del cuento de la existencia de dios, sin creer lo más mínimo en ello
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Imaginen una actividad cultural de los años sesenta, o setenta como mucho, en la que un pequeño grupo de jóvenes idealistas debaten sobre los males de la sociedad capitalista en nombre de las masas. Pues ya tienen la puesta en escena, o la mise en escène si admiramos el teatro del absurdo tan en boga por aquellos años, y por supuesto el mayo del sesenta y ocho como solución a los males que nos aquejaban entonces, algo diferentes por lo que vemos a diario, a los de ahora. Aunque lo que veamos, lo que apenas viene a unirnos a una realidad de la que intentamos huir para conservar la poca salud mental que nos va quedando, se limite a poco menos que los anuncios publicitarios que vemos absortos por televisión, ese gran hermano u ojo que todo lo ve. El resto de la programación, sea cual sea el canal, es bastante lamentable, limitándose a reflejar las ansias del pueblo, de las viejas masas proletarias por ordenar y poseer, una ilusión que les brinda a todo color la publicidad. Perfecto.
La presentación del texto teatral se llevó a cabo a modo de teatro leído, o hablado. Bajo la dirección de Juanjo Oña, y la narración y descripción de las escenas a cargo de un clásico del teatro onubense, César Corpa, la representación corrió a cargo del propio autor, José Martín Gómez, en el papel de un cardenal que visita a S.S. el Papa, papel que realizó con su maestría habitual Juanjo Oña, y junto a ellos María Luisa Fernández de monja atribulada y otras cosas más que no les desvelo para que lean la pieza de José Martín, una actriz aficionada que parecía llevar sobre las tablas
Bajo la dirección de Juanjo Oña, y la narración a cargo de un clásico del teatro onubense, César Corpa, la representación corrió a cargo del propio autor, José Martín Gómez, en el papel de un cardenal que visita al Papa
de un teatro toda la vida, y Cristóbal Ponce de León, que hacía de asistente del Papa de la iglesia católica apostólica y romana, que puede que ustedes no lo sepan, pero es la religión de casi la mitad de la población española, aunque no la practique, esto es otra cosa, apenas el quince por ciento de la población. Los tiempos cambian que se las pelan, y de ser religión practicada por prácticamente la totalidad de la población tras el triunfo del bando Nacional en la Guerra Incivil Española de hace casi un siglo, ahora la estadística nos revela que un porcentaje similar al de los creyentes, practicantes o no, es el de la población que se declara atea, agnóstica o que le importa más bien poco esto de la religión. Y decimos esto porque la pieza va del tan manido tema de la jerarquía eclesiástica, centrada en dos asuntos que en otro tiempo, y es a lo que vamos, fueron de interés, el evidente hecho de que de cintura para abajo todos somos iguales, y otro que siempre he tenido en consideración, o por mejor decir, en mis malos pensamientos, el hecho de que esa jerarquía de la iglesia católica, apostólica y romana, siendo como se supone que es, culta y muy leída, lo normal es que formen parte de esa casi última mitad de la población que hemos mencionado. Vamos, que igual no creen en dios alguno, aunque vaya usted a saber, igual sí. No sé. Tampoco me importa demasiado, ya que como les vengo diciendo, esos tiempos de crítica a la iglesia y liberación de las masas proletarias ya pasó si no al olvido, sí al baúl karinés. Ahora se trata de viajar a paraísos tropicales o disfrutar de un pollo frito al estilo de Kentucky, ese en cuyo anuncio publicitario susurran la palabra pollo repetida y sugerentemente. Pollo, pollo, pollo…
La presentación fue un éxito de principio a un fin en el que José Martín agradece al público asistente su presencia y vindica la cultura como liberación de todos los males. Ochenta personas aplaudiendo al autor y a sus correspondientes, que estuvieron de lujo. Esta noche el plato fuerte será ineludiblemente el RCD Espanyol contra el Real Madrid de Mbappé y compañía. Todo el billetaje vendido para un aforo de algo más de cuarenta mil personas y una audiencia de millones de espectadores entre anuncios de una empresa de reparto que te lleva a casa casi, casi, de todo, y un museo del fútbol emplazado en plena Puerta del Sol que promete rebaja si vas entre semana y creado con capital mayoritario de Sixth Street Parnerts, a leading global investment firm dedicated to developing themes and offering solutions to companies across all stages of growth…, o lo que es lo mismo, una empresa levantada con fondos buitre, de esos que arruinan al moderno proletariado a poco que se descuiden. Al parecer este pelotazo no les va demasiado bien, pero lo conseguirán. Con esfuerzo y con publicidad, lo conseguirán. Esperemos que José Martín Gómez logre dar a conocer a todos los públicos su último trabajo, una diatriba sobre la iglesia y sus padecimientos ya mentados, los de cintura para abajo y la de la risible contradicción de vivir del cuento de la existencia de dios, sin creer lo más mínimo en ello. De eso va la pieza, de eso y de un revival que hoy vende más si lo calificamos de vintage. Pero qué más dará en un mundo que hace ya décadas dejó de ser un balón de Nivea para ser una canica de cristal, translúcida e ideal. La iglesia ya no es el objetivo, y si no que se lo pregunten a la nueva izquierda, que visita al santo padre en busca de un puñadito de votos por caridad. Lo dicho, esta noche, mis queridas masas proletarias, a las que tanto amo y tanto debo, Espanyol, Real Madrid, litronas y pollo frito. Lo demás poco importa. Vamoooos…