'polvo serán', de Morfeo Teatro y Fundación Siglo de Oro
Teatreros
XXXIX Festival de Teatro y Danza de Niebla
Tres entremeses y algunos sonetos han servido a Francisco Negro para componer una pieza brillante
Sobre el escenario los duros paisajes castellanos y el paisanaje, representado por unos cómicos que se enfrentan a la trascendencia de la existencia humana
Una versión sin Chispa
Bernal con Rodin al fondo

Hará cosa de un par de meses, o casi, Morfeo estrenaba en el festival cacereño esta su tercera pieza entresacada de la fructífera, brillante y algo atormentada pero siempre lúcida pluma del maestro don Francisco de Quevedo y Villegas. Lo hace para gozo de quienes gustan del teatro en su más pura esencia, sin más artificio que la sucinta y muy a propósito utilería que colocan sobre un escenario en el que los actores no paran de trabajar en todo momento. El vestuario, como la iluminación o el sonido –también sin artificios, es decir, sin usar los micrófonos de escena– lo realiza la propia compañía. Siempre metidos en su papel, estos de Morfeo, y ustedes me
Estos de Morfeo no te dejan ni un minuto para el sueño, ni siquiera para el bostezo. Son teatreros en esencia, actores como la copa de un pino
perdonen, pero es que me lo ponen a huevo, no te dejan ni un minuto para el sueño, ni siquiera para el bostezo. Son teatreros en esencia, actores como la copa de un pino. Dicen el verso como el que está de tertulia con los amigotes, trocando el postureo por la maestría, que es cosa más aconsejable, pero, ay, más complicada. Todo lo resuelven perfectamente, con detalles tan agradecidos como el cambiarse de vestuario dirigiéndose al público y hurtando las celebradas mutaciones a los personajes de la trama, con lo cual venimos a decir que hacen metateatro, porque de teatreros va la función, de cuatro cómicos que andan por los desolados tiempos del Siglo de Oro buscándose la vida como buenamente pueden.



Tiempos duros que en la escuela nos vendían como gloriosos pero que luego pudimos saber que fueron los más miserables y penosos que ha vivido el solar patrio. Mucho oro o sobrada plata americana que se largaba directamente desde la Carrera de Indias a guerrear en Flandes, en el Milanesado o en cualquier lugar de Centroeuropa donde los Habsburgo defendían sus intereses familiares. Y aquí a joderse. Miren si no el Buscón, la inmortal obra del escritor medio cojo y miope de Quevedo, con su infancia escondida entre los libros, su juventud entregada a las putas y al vino, pero
Ahí está la realidad del país que, con tanto dolor, aunque con sorna y risas por no llorar, nos destapa Quevedo en su obra y nos regala Morfeo Teatro con esta dramaturgia tan bien hilada
en sus pliegos una tremenda descripción de las miserias de un siglo que ni siquiera chapado en oro estuvo para unas Españas harapientas. Véase, por si la obra de nuestros clásicos áureos no fuera suficiente, la pintura de Velázquez sin ir más lejos. Los niños comiendo melón. Pues ahí lo tienen, ahí está la realidad del país que, con tanto dolor, aunque con sorna y risas por no llorar, nos destapa Quevedo en su obra y nos regala Morfeo Teatro con esta dramaturgia tan bien hilada. Y un apunte importante, los textos sobre los que se ha construido la obra se respetan en esta versión de Francisco Negro. Toda correspondencia con la actualidad, no es pura coincidencia, sino consecuencia de la atemporalidad, de la universalidad de Quevedo.
Tres entremeses y algunos sonetos han servido a Francisco Negro para componer una pieza brillante. Sobre el escenario los duros paisajes castellanos y el paisanaje, representado por unos cómicos que se enfrentan a la trascendencia de la existencia humana. Cuatro caricatos frente a la muerte que tanto obsesionó al genio de las letras cuya obra, el sentido o la razón de toda su obra, es tan deficientemente conocida. Quevedo no es burla ni chiste zafio. Quevedo es mucho, muchísimo más. Morfeo Teatro nos lo revela en este Polvo serán, en este Amor constante, más allá de la muerte: «Cerrar podrá mis ojos la postrera / sombra que me llevare el blanco día, / y podrá desatar esta alma mía / hora a su afán ansioso lisonjera; // mas no, de esotra parte, en la ribera, / dejará la memoria, en donde ardía: / nadar sabe mi llama el agua fría, y perder el respeto a ley severa. // Alma a quien todo un dios prisión ha sido, / venas que humor a tanto fuego han dado, / medulas que han gloriosamente ardido, // su cuerpo dejará, no su cuidado; / serán ceniza, mas tendrá sentido; / polvo serán, mas polvo enamorado». Impresionante soneto que ustedes me sabrán disculpar que lo extienda en estas torpes líneas, pero que nos viene al pelo para lo que antes afirmábamos, Quevedo es mucho más que una burla o un chiste zafio. Muchísimo más.

Deberíamos hablar de la compañía, de cinco actores de auténtico lujo que no pertenecen a ese grupo de profesionales que justifica o viene a cumplir con la función social del teatro, la de llevarlo al gran público. No, estos son teatreros de minorías, mal que nos pese. Fíjense quienes tuvieron la suerte de estar el sábado en Niebla, en el detalle final, en cómo reciben el calor de los aplausos sin apenas inmutarse y como hacen mutis por el foro sin realizar los mil conocidos trucos que hay para que la ovación no decaiga. Vean en otras funciones, en piezas protagonizadas por actores mimados por las cámaras en entrevistas o series tontas de televisión, auténticos anzuelos o por mejor decir apetitosa carnada que logra llenar los patios de butacas y obtener el botín de infinitas ovaciones por mucho que la función haya sido no más que un mojón pinchado en un palo. Ejemplos de estas comedias tan mal trufadas, aunque tan bien envueltas, sobran en nuestra memoria. Compañías de teatreros como estos burgaleses que trabajan con una sapiencia y profesionalidad envidiables, y que además han osado recuperar al gran Quevedo, no son tantas. Qué bien dicho el verso, que saber moverse aun cuando están sentados, y lo digo por la muerta tan viva que viene a conducir la función desde una silla o, para resolver la trama, metidita en ese cajón que a todos nos aguarda. Este Polvo serán lo guardaremos en la memoria y no por nada, sino para que nos sirva de listón sobre el que poder encaramarnos para ver y disfrutar el mejor teatro.
XXXIX Festival de Teatro y Danza de Niebla
Morfeo Teatro y Fundación Siglo de Oro
'Polvo serán', sobre textos de don Francisco de Quevedo. Dirección y dramatización: Francisco Negro. Vestuario, iluminación y sonido de la propia compañía. Intérpretes: Francesc Albiol, Mayte Bona, Francisco Negro, Santiago Nogués y Felipe Santiago.
Alcazaba de los Guzmanes del castillo de Niebla. Teatro accesible. Aforo: 900 localidades, casi lleno. 3 de agosto, 2024.
Recién salida del horno, Morfeo Teatro ha traído a Niebla su última producción como regalo para un público tal como ellos, muy teatrero. Sonaron unos largos y merecidos aplausos que en momento alguno fueron forzados por los actores. Genial.