Juan Carlos Lázaro > 'La pintura como resonancia'
Los suaves recuerdos que el alma guarda
GALERÍA ESPACIO 0
El pintor extremeño se ha preocupado de observar la realidad y dejarnos la impronta que en su alma han dejado esas cosas hermosas, desnudándolas, aislándolas
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Damnatio memoriae
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Debió ser cuando Fernando Serrano trasladó su galería al Polígono del Molino de Viento en Trigueros, o cuando tenía un acogedor espacio en su casa de Moguer, la cual y como galería de fortuna fue toda una referencia en el panorama artístico de aquellos recordados años noventa. En uno u otro lugar pude admirar por vez primera la obra de Juan Carlos Lázaro (Fregenal de la Sierra, 1962), un artista plástico que atesora un impresionante recorrido por galerías, ferias de arte y museos, desde el Centro de Arte Contemporáneo Reina Sofía al Iberoamericano de Arte Contemporáneo de Badajoz o los museos de Bellas Artes de Cáceres o Málaga. Ahora, tantos años después Juan Carlos Lázaro vuelve a Huelva, en esta ocasión a la capital y a la galería Espacio 0, un espacio expositivo que ha logrado con rigor y profesionalidad hacerse un lugar de privilegio en la capital onubense, tan necesitada de propuestas como esta que hoy nos ocupa, la pintura como resonancia, de Juan Carlos Lázaro.
En un principio el espectador podría pensar que su propuesta pictórica está inundada de soledad, que es silenciosa, limpia y escueta, lo que realmente es y en grado sumo, pero bastará adentrarse en los trazos tan medidos como aparentemente imposibles que componen cada bodegón, cada cacharro modelado con extrema delicadeza, para que vayamos entendiendo que el discurso expositivo de Juan Carlos Lázaro pasa por
Su discurso expositivo pasa por entender el hecho pictórico sin distracciones de ningún tipo, de manera plena, llegando con su pintura, escueta y simplemente a lo expresado sobre el lienzo
entender el hecho pictórico sin distracciones de ningún tipo, de manera plena, llegando con su pintura, escueta y simplemente a lo expresado sobre el lienzo. He aquí la única intención del artista, la de alcanzar al espectador llegando a alterar sus sentidos, remover su sensibilidad y liberarlo de cualquier cosa que lo pueda apartar de un lenguaje directo y, por encima de todo, pictórico, entendiéndolo como un hecho artístico, como una manera hermosa y sumamente vital manera de comunicarse el artista consigo mismo y, por supuesto, con los demás. De ahí su valor. La pintura como elemento, bello, de comunicación.

El arte como instrumento para la más eficaz manera de transmitir que la sensibilidad y el gusto por lo bien ejecutado, por lo bien hecho, es razón de ser, y de existir. Vivir para disfrutar, que dirían los hoy tan de moda neo estoicos y que han repetido tanto, a lo largo de la historia, los artistas más celebrados y todos aquellos que vivieron, disfrutaron queremos decir, sin dar quehacer ni a las revistas de arte ni a los diccionarios enciclopédicos. Todos los artistas. Y la vida como hecho artístico, como contemplación de lo bello, de lo hermoso, venimos a decir, la vida como contemplación y disfrute. Como ocurre en los lienzos suaves y plenos de silencio, de dulzura y de candor de Juan Carlos Lázaro, en los que el brillo del esmalte apenas se adivina en una taza, en las uvas que nos llevan a un septiembre en el que la luz entra en los interiores con otra calidad, o la llegada del otoño se adivina en una hoja intencionadamente adosada a un mínimo bodegón. El hecho pictórico, la intención, mínima como su discurso plástico, de hacer o ejecutar una obra para mover al espectador a considerar la vida como mero disfrute de las cosas más simples y hermosas, para lo cual el pintor extremeño se ha preocupado de observar la realidad y dejarnos la impronta que en su alma han dejado esas cosas hermosas, desnudándolas, aislándolas, hasta entregarnos descarnadamente sobre el lienzo la pura idea de una forma, algo más o mucho más que su apariencia, una realidad, en definitiva, liberada de toda atadura. Contemplamos la suave y delicada pintura de Juan Carlos Lázaro y alcanzamos a entender su intención última, la de contemplar la vida como lo que es, un simple, agradecido y por supuesto atractivo divertimento, una sucesión de horas hermosas. De ahí que la obra del artista sea el más puro y sencillo agradecimiento a la vida.
Juan Carlos Lázaro. La pintura como resonancia. Hasta el 22 de este mes de marzo. Galería Espacio 0. Calle Miguel Redondo, abajo y casi llegando a la avenida Italia, a mano derecha. Siempre una rigurosa e interesante propuesta expositiva en la capital onubense de la mano de Gustavo Domínguez y Jennifer Rodríguez. Lunes a viernes de seis de la tarde a nueve de la noche. Los sábados abren por la mañana de once a una.