El 'Stendhalazo' y otras respuestas de Mario Marín a 'Para qué sirve el arte'
La galería 'Laeléctica' inaugura el próximo 3 de octubre la nueva exposición del artista onubense
Ocho obras responden visualmente y por escrito a la gran pregunta
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Entre las grandes preguntas de la humanidad están ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?¿Qué hay después de la muerte?¿Estamos solos en el universo? Una no menos importante es ¿Para qué sirve el arte?, a la que se le ha dado multitud de respuestas en la escala que va del 'para nada' a 'para todo'.
Un retrato del escritor francés Sthendal, un rostro de Jesucristo, un megáfono, un felpudo, un jarrón o una tarta sobre una blonda son los postulados en forma de obras pictóricas que desarrollan la cuestión matriz por parte del artista onubense Mario Marín en la galería 'Laeléctica' (Calle Berdigón, 3). En este espacio dirigido por María JL Hierro tendrá lugar la inauguración el próximo jueves 3 de octubre a partir de las 19.00 horas.
«El arte se puede analizar desde las funciones que ha ido cumpliendo a lo largo de la historia»
Mario Marín
Artista
'Para qué sirve el arte' es el título de la exposición, compuesta por ocho obras acompañadas por sus correspondientes argumentaciones por escrito. «Es una pregunta como muy inocente e idiota, pero el arte se puede analizar desde las funciones que ha ido cumpliendo a lo largo de la historia», señala a Huelva24.com Mario Marín, que desarrolla su propuesta perfectamente en una interesante hoja de sala donde queda patente su faceta de escritor.
«Para qué sirve el arte es una cavilación sobre usos y costumbres de la manifestación artística. cómo nos relacionamos con él, qué nos ofrece, qué le ofrecemos. su necesaria presencia es balanza para el equilibrio y salida de emergencia para todas las complicaciones que, como sociedad nos aquejan», expone en el fragmento final el autor.
De este modo, el arte sirve para alimentarnos física y espiritualmente, para limpiarnos, para encontrar la belleza, para ejercer la crítica, para el disfrute, para la didáctica y para emocionar.
Esta última función Marín la representa con un retrato de Stendhal, seudónimo del escritor francés Henri-Marie Beyle a quien se le atribuye el síndrome de Stendhal por la descripción detallada del fenómeno que experimentó en 1817 en su visita a la basílica de la Santa Cruz de la ciudad italiana de Florencia. Lo que hoy la mayoría conoce como 'un Stendhalazo' surge «cuando te encuentras de golpe con una expresión plástica del tipo que sea que te sobrecoge, una especie de catarsis, un colapso por belleza», dice Marín.
También puede catalogarse, según Wikipedia, «como una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, felicidad, palpitaciones, sentimientos incomparables y emoción cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando estas son consideradas extremadamente bellas».
En esta línea, el arte sirve «para el disfrute», representada por una obra con la palabra 'feliz' en rojas mayúsculas y su sombra en lápiz graso. «Disfrutar es una acción independiente y neutra, no asociada necesariamente al conocimiento. la mera contemplación del hecho artístico, facilita el regocijo», considera el artista, que explica que «dentro de la parcela de la emotividad, la del goce, la de la alegría, es uno de los mayores logros del arte. Ofrecen alegría y deleite la música, el cine, la literatura, la pintura, la escultura, todas las artes».
La función crítica se representa con un megáfono, el propio de manifestaciones y otro tipo de movilizaciones en las que se lanzan proclamas reivindicativas. En este capítulo Marín ve «todo el arte político del siglo XX». «El arte siempre tuvo una y varias lecturas. lo decorativo venía acompañado con intenciones mágicas, pedagógicas o formativas, leyendas, mensajes, símbolos o alegorías, más o menos ocultos, cumplían la función de transmisión de ideas o fórmulas o modelos».
'Para el espíritu' está representada en el rostro azulado de Jesucristo. Invita a «llegar a un estado de mesura, de introspección, de conciencia, de sustancia. Lo artístico y lo espiritual han estado ligados desde sus inicios. Son familiares cercanos». La ruta espiritual implica «buscar el interior, las distintas versiones del alma la religiosidad. Tenerlo templado, en sintonía, acorde».
En 'Para limpiarnos', la obra planteada es un felpudo con la palabra 'arte'. «Es quien primero nos recibe y quien filtra las impurezas que puedan venir con nosotros de la calle», señala el autor e indica que «incorporando la palabra arte, dotamos también a este de una función higienizante. El contacto con el arte centrifuga y expulsa lo negativo, cumple el cometido de purgar y erradica lo nocivo».
«El arte siempre ha enseñado. ha sido herramienta para el traslado del conocimiento»
La función didáctica viene en acrílico sobre pasta para modelar. «El arte siempre ha enseñado. ha sido herramienta para el traslado del conocimiento. Frisos, capiteles, obeliscos, muros, techos. manuales, catálogos», expone Marín, que ha modelado un críptico con portadas de libros editados por Taschen sobre Keith Haring, David Hockney y Man Ray.
En óleo sobre cartón se representa un jarrón para ejemplificar la función de la belleza. «La sublimación de lo bello es una constante en el ser humano. Perseguirla es un fin en sí mismo. El arte ha buscado siempre llegar a ella. Atesorarla, tenerla cerca a través de una representación ha sido hasta ahora una meta continua», afirma Mario Marín.
Un óleo sobre blonda de puntilla con una tarta representa la función alimenticia. Comenta el autor que «el arte por encargo, mayoritario hasta finales del XIX, cumplía con varios objetivos, el del sustento del artista era uno de ellos. La tarta, quizás no verdaderamente representativa del concepto alimento, tiene en cambio un componente lúdico que engasta perfectamente con lo artístico».
Hasta el 31 de octubre los visitantes a la exposición tendrán la ocasión de experimentar las diferentes funciones del arte y reflexionar acerca de cuál pesa más en la contemplación más personal.