Rodrigo Vargas en la sala de la Fundación Caja Rural
Realismo y realidad
'Swimming Pripyat', una reflexión desde el lienzo sobre la debilidad de la perfección y el fracaso de las utopías
Sara Gómez, la artista entre iguales
El aire, la luz y el mar en un muelle minero
Desnuda acontece la arquitectura: de lo figurativo a la abstracción

En la terraza de una hermosa casa en Venecia, invitado por su amiga Boca Dorada, encontramos a Corto Maltés tumbado en una hamaca, amodorrado y lamentándose de no haber podido nunca terminar de leer la 'Utopía' de Tomás Moro. Solo unas páginas más adelante, en un barrio bajo de Hong Kong, el aventurero que recorrió medio mundo de la mano de Hugo Pratt, intenta de nuevo sumergirse, sin fortuna, en las páginas de una obra que se ha considerado como precursora del socialismo utópico. Hoy esa utopía que abonaron idealistas como Bakunin, Hengels o Marx, cierto es que sin demasiada fortuna, y que hoy yace enterrada en la fosa común a la que fue escupida por déspotas terribles como Stalin y otros paranoicos por el estilo, apenas sirve ya como coartada para bandas de profesionales de la política que mal usan aquellas ilusiones para enriquecerse y gozar de privilegios que de otra manera nunca habrían alcanzado: Nicaragua, Corea del Norte, Venezuela... Mediocres y salvajes. Pero hubo un tiempo en el que se trató de construir una Utopía al dictado de regímenes que en nombre del pueblo aplastaron a las mismas personas que decían proteger. Es el caso de la Unión Soviética, ejemplarizado el fracaso de la utopía socialista de un futuro feliz en una ciudad de nueva planta, Pripyat, levantada a socaire de la central nuclear de Chernobyl y abandonada tras el desastre de 1983.



Rodrigo Vargas dibuja la soledad de una ciudad fantasma, ausente de personas y visitada ahora apenas por arriesgados turistas que obtienen los permisos necesarios, para entrar en un lugar todavía y después de más de cuarenta años con altos índices
Prypiat, la Utopía de Moro hecha ladrillo y hormigón, devorada por la crisis del socialismo único, por la dictadura de un proletariado ajeno que dirigía los destinos de sus súbditos desde lujosas dachas a orillas del mar Negro
de radiactividad, una urbe desamparada, poblada tan solo por animales y devorada por una vegetación que lentamente se apodera de un espacio que fuera urbanizado con un mensaje de igualdad y felicidad. La Utopía de Moro, hecha ladrillo y hormigón devorada por la crisis del socialismo único, por la dictadura de un proletariado ajeno a quienes desde lujosas dachas a orillas del mar Negro dirigían los destinos de sus súbditos, de la escasa posesión de elementales bienes de consumo y hasta de sus más esenciales anhelos. Todo un disparate que Vargas retrata con una mezcla de estilos que muestran el cariño debido a la inocencia del ser humano, tan racional y tan fácil de manipular. 'Swimming Pripyat' (algo así como nadando o buceando por Pripyat) se ha resuelto con una irónica y hasta divertida mezcla de realismo soviético y pop art. Colores planos y luz para pintar la realidad de una ciudad muerta, para recrear la tristeza y el desamparo de la urbe abandonada que ahora sufre ajena un nuevo conflicto trágico, la guerra iniciada por los restos del Régimen socialista, sus últimos resortes mafiosos, contra uno de sus satélites que hoy quiere conocer otros modos de vida y otro camino a la prosperidad. Veremos a ver.

La propuesta de Vargas es un pasaje gratis, fresco al fin, de una ilusión colectiva, que parece ser el objetivo más evidente, aunque encierra un sarcasmo cercano al humor negro, con acento inglés. Pripyat se nos aparece levantada por las fuerzas de la naturaleza que irónicamente la ahogan. Vargas avisa, vayan a saber ustedes si pretendidamente o no, de un futuro incierto que apenas podemos atisbar tras el hundimiento de los regímenes socialistas e incluso de los últimos estertores de una ya fracasada cultura woke en media Europa, materializado en el auge de populismos de corte conservador, y al otro lado del mar, en el mismísimo Imperio que en los últimos ochenta años ha dirigido la economía, la política y hasta las costumbres de todo el orbe. Quizás sea este corolario el que Rodrigo Vargas ha querido vislumbrar como los iluminados que en todo tiempo y lugar avisaron de que lo malo siempre puede ser peor.
El autor
Rodrigo Vargas expone 'Swimming Pripyat' en Huelva estos días, una propuesta que ya ha pasado por Badajoz, Plasencia, Mérida, Zafra y Sevilla. El pintor de Fregenal, ciudad vinculada históricamente a Huelva, desde los Pérez de Guzmán a Mora Claros, es doctor en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, en cuya facultad Santa Isabel de Hungría se licenció y donde con posterioridad se graduó en decoración. En la actualidad alterna la docencia con la investigación y la creación plástica. Ha recibido innúmeros reconocimientos y premios, imparte cursos y conferencias y entre sus trabajos de investigación es menester destacar su monografía sobre Eugenio Hermoso, otro frexnense, quien fuera primer director de la Academia de Bellas Artes de Huelva, precursora del actual museo provincial.
Rodrigo Vargas. Swimming Pripyat
Centro Cultural García Palacios de la Fundación Caja Rural del Sur. Calle Alcalde Mora Claros (Botica), hasta el 28 de noviembre. 11.00 a 13.30 horas y 17.00 a 21.00 horas días laborables.