Ramírez Vega en la galería Espacio 0: Instantes atrapados en la memoria
Todos guardamos en la memoria momentos que sin tener que haber sido trascendentes, no dejan de alcanzarnos en el momento más inesperado
Manuel Ramírez Vega expone 'Pretextos para una idea' en Espacio 0

Siempre me ha sorprendido la capacidad que tienen algunos artistas de capturar momentos y reproducir su esencia, ya sea con pinceladas sueltas, apenas apuntando lo observado y aprehendido, o llegado el caso con soberbia exactitud. En ambos casos además de teniendo el motivo a reproducir delante, tiene un valor especial ejecutarlo a posteriori y en la soledad del estudio, tal como ha hecho Manuel Ramírez Vega, un ojo observador que sabe llevar los momentos vividos a esa compleja red de conexiones que denominamos cerebro humano, los pensamientos.
Gracias a tener una mano excepcional, ha podido dejar constancia de esos momentos sobre el lienzo. Ello podría ser herencia de su padre, que gustaba de pintar del natural, o de esforzarse sobre el papel o sobre el lienzo hasta lograr unas maneras que asombraron a quienes conocieron su obra siendo Manuel Ramírez Vega un jovencito inquieto del que aseguraban que pintaba ya como Velázquez (1).



Pasado el tiempo, la mano de un pintor extraordinario, con un dominio del dibujo absolutamente soberbio, puede ofrecernos la síntesis, el corolario más bien, al que se llega o con el que se concluye, esos instantes que se recuerdan sin exornos superfluos. Ahí quedan, pintadas, notificadas y rubricadas, todas esas impresiones que han quedado prendidas en la memoria del artista.
Hubo momentos en que se salía al campo a capturar esas impresiones, tal como hizo Monet (2) o, por mejor decir, como hicieran él y los demás que le acompañaron en la tan citada colectiva que hicieran los primeros impresionistas (3). Moda y maneras que se han seguido haciendo hasta la extenuación, y baste para ello ver los concursos de pintura al aire libre, o la costumbre que tenía Pedro Gómez de subir hasta el Conquero con sus alumnos para pintar del natural hasta la extenuación.



Esta manera de ver y reproducir la realidad, hoy tan extendida y tan fácil gracias al telefonillo que todos llevamos en el bolsillo, sigue siendo absolutamente legítima, pero a nosotros nos interesa que además de la reproducción, exista la reflexión, el llegar a ofrecer al espectador de una obra pictórica, como es el caso que nos ocupa, la visión interior de un momento determinado, sea cual sea. Todos guardamos en la memoria momentos que sin tener que haber sido trascendentes, no dejan de alcanzarnos en el momento más inesperado.
«Lo ha llevado al lienzo o a la madera de forma sucinta, cuidando unos fondos en apariencia casi planos sobre los que, siempre el dibujo exacto detrás»
Es un salto hacia una piscina en el preciso instante anterior a realizar el clavado, cuando circulas por el aire en paralelo a la línea del agua, o es el momento en el que alguien te observó desde el borde de la alberca. Ramírez Vega recuerda todo esto y lo ha llevado al lienzo o a la madera de forma sucinta, cuidando unos fondos en apariencia casi planos sobre los que, siempre el dibujo exacto detrás, ha llevado las pinceladas justas para definir más que las formas, que también y de forma precisa, esa sensación que te queda de lo vivido y, repito, sin entender la razón, de una manera irracional pero, desde luego, eso sí, vivida, sentida. Momentos. Instantes atrapados en la memoria.
Recuerdos, composiciones estudiadas
Todos esos recuerdos han pasado a ser composiciones estudiadas, meditadas y medidas con precisión, equilibrios en un ritmo cromático extraordinariamente complejo que el artista es capaz de dilucidar con una paleta reducida, mínima, esencial. Una paleta por lo demás alegre, que sabe combinar la frialdad de unos celestes o grises hermosísimos, con la calidez de rojos o la sobriedad del negro en el que brilla el sol sobre lo mojado. Y además, están las miradas. Apenas esbozadas, pero certeras.
El tratamiento de los rostros, con apenas dos trazos, como el de un bíceps en tensión o una pierna que descansa indolente, son tratados con la sapiencia de quien lleva observando todo lo que le rodea con precisión crítica, exhaustiva. Hay miradas que observan al espectador, a él también cuando las estaba creando, que son interrogaciones, sorpresa o elucubración. Dos trazos para unos momentos atrapados en la memoria de un genio de la pintura. Ramírez Vega, en la sala Espacio 0. No se la pierdan.
Notas al pie
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1.- Fue a principio de los noventa cuando me hablaron de él, por separado, pero en similares términos, el galerista Fernando Serrano y el pintor Juan Manuel Seisdedos, toda una referencia en el panorama pictórico español. Desde entonces he seguido la carrera artística de Ramírez Vega.
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2.- Louis Leroy la lío parda con su comentario despectivo ante una pieza que ha pasado a la historia, además de por su belleza, por da nombre a todo un movimiento estrictamente pictórico, aunque alguna vez se haya pretendido extender hacia otras artes.
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3.- Cuando se cierre la exposición de Ramírez Vega en Espacio 0 se cumplirán 150 años de aquella cita pictórica en el parisino salón de artistas independientes.
Pretextos para una idea. Pinturas de Manuel Ramírez Vega
Del 15 de febrero al 19 de marzo. Galería Espacio 0. c/ Miguel Redondo, 52. Huelva