GENTE DE AQUÍ
Rafa Pérez, sobrevivir divirtiéndose entre la música y los libros: «Editar es hacer realidad los sueños de los autores»
Filólogo de vocación, editor por oficio y músico de corazón, su trayectoria es un mapa de inquietudes y su obra, un reflejo de la vida cotidiana con sus luces y sombras
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Cebollero y nieto del Trompe, Rafa Pérez quiso ser filólogo antes que músico, pero los primeros trabajo que encontró con el título bajo el brazo no fueron muy creativos que digamos para esta alma inquieta, de modo que atracó en la capital del Reino, donde estuvo enredado en una editorial de tronío, trabajando a destajo e inserto en una filosofía de vida muy distinta a la que tuvo de herencia y a la que estuvo acostumbrado desde pequeño en su Aracena natal.
Además de los libros, su pasión confesa es la música, la composición de canciones que muchos onubenses tarareamos sin parar. De los muchos intentos por hacerse un hueco en el panorama musical onubense, fue el de Rafa y los Pérez, el más duradero y el que más fama le dio. Después vino lo de Rabino porque se quedó con una guitarra solista y solo. Lo del nombre es debido a la casualidad, porque había visto por internet un sombrero bombín de carnaval con unos ricitos colgando a los lados y se lo compró, fueron tres euros muy bien invertidos. Ahora está ultimando su último proyecto, una locura intitulada Los niños rata, con un músico al que quiere y admira por igual, Neftalí Álvarez, y de la que intentaremos sacar algo en claro, aunque realmente lo dudamos.
Hemos quedado en una taberna en la esquina de la calle donde vive, en el Matadero, y sea por la pinta que llevo o por los libros que estoy hojeando y ojeando sobre la mesa, han podido suponer en el bendito negocio, y suponen bien, que estaré esperando al Rafa, al músico, al de los libros que vive en el barrio, porque al arrimarme un vino a la mesa el camarero me ha señalado con las cejas que está entrando por las puertas el elemento. Es un leve movimiento, y más con el entrecejo que con las cejas, esa expresión facial que no sólo señala, sino que viene a decir eso tan recurrente de ahí lo tienes. Y el elemento está ahí, viene en chándal, de esos de pega que se compran ahora por internet y antes en un mercadillo o en un todo a cien. Saludo con cariño al amigo, que lo es y vaya este aviso por delante.
- Hombre, Rafa, parece que por aquí se vive muy bien. ¿Es un barrio tranquilo?
- El mejor. Siempre he sabido encontrar los mejores para vivir. Cuando viajo con la Mari me ocurre lo mismo, que siempre elijo bien. Además, el piso que compramos, hipoteca mediante y jodida, estaba muy bien de precio, como lo del viaje a Egipto que fue una bicoca que encontré en Internet, que si hubiera encontrado una en Edmonton, allí que nos lo hubiéramos edmontado.
- Como el sombrero de Rabino.
- Exacto, hay que estar al loro de lo que sobre en esta sociedad capitalista. Es lo que me pasó con las guitarras que regalé en un concierto en las Colombinas. Compré un ciento de guitarras hinchables a treinta céntimos la unidad, tuve que pedir ayuda para inflarlas, pero todo salió muy bien. El personal flipaba con las guitarras volando por los aires.
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- Es que tú tienes mucho tirón.
- Claro, como el día que te saqué a bailar en el Red Lion, ¿te acuerdas?
- Prefiero no acordarme. Llenaste el Gran Teatro, eres como el Nini, que digan lo que digan fue el primero en llenar la Plaza Monumental de Toros de Huelva, y además sabía torear.
- Lázaro Gallego, el Nini, qué grande. No tuve la suerte de conocerle porque cuando me vine a Huelva ya no estaba en activo ni se podía circular por la calle Concepción precedido por una muñeca andarina. Pero he oído muchas veces hablar de él y siempre muy bien y con mucho respeto. Sé que sabía torear.
- ¿Y tú, sabes cantar?
- En esto estamos. De momento llené el Gran Teatro y todo el público coreando mis grandes éxitos. Eso es muy grande. O no, porque igual cantaban para que dejara de cantar yo. Pero fue muy emocionante ver el patio de butacas hasta las trancas y casi todo el mundo con la camiseta de Rabino puesta. Tú también.
- Sí, la lavé y encogió, pero es muy chula, igual la enmarco, ¿volverás a formar un grupo o te va eso de ser cantautor?
- Me va, me va, me va la vida, me va la gente y me va el amor. Componer canciones también. Pero ahora estoy con el Neftalí, un músico grande, y gran amigo.
- Algunas de tus letras circulan por el lado amargo de la ciudad, pero siempre con un tono de cariño y hasta de mucho amor.
- Eso pretendo, narrar cómo es la ciudad. Me interesan las cosas que no salen en los periódicos las que nunca serán trending topic, como el de la chavala que vende coquinas en la puerta de un supermercado y la autoridad le decomisa la mercancía, o la visión de un super fan de Carolina Marín en la que le muestra su amor.
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«Me interesan las cosas que no salen en los periódicos las que nunca serán trending topic, como el de la chavala que vende coquinas en la puerta de un supermercado y le decomisan la mercancía»
- Esa canción creo que no le ha gustado demasiado a la del badmintón, y mira que es chula.
- No, por lo que me han contado nada o un poco menos que nada. Se ve que la muchacha no tiene mucho sentido del humor. Además, se la ve muy estirada, como muy pendiente de su imagen, o de los que están pendientes de su imagen más bien. Conozco ese mundo y a mí tampoco me gusta eso, prefiero la naturalidad natural, no el postureo. Ayer me hiciste una foto en el almacén y cogí una caja de libros. Si la sacas con la entrevista, seguro que todo el mundo se va a dar cuenta de que la foto es puro paveo, que estoy posando se va a ver a la legua, por eso la hicimos, porque nosotros no posamos, nos reímos de los posados, nosotros y todos quienes nos conocen y vayan a ver la foto van a darse cuenta a la primera que es puro paveo.
- Esto de la música te viene de lejos.
- Desde pequeño. Siempre he estado rodeado de buena música y en Aracena tenía una pandilla de gente como yo, pirados por la música. Y por supuesto teníamos un grupo.
- ¿Y lo de los libros?
- Hombre, si decidí estudiar Filología sería porque me gustaba más un libro que una caja de herramientas. Lo de trabajar en una editorial fue porque empecé a moverme en ese mundo, primero de visitante en los institutos, currando mucho. Y no estuvo mal, pero me fue mejor en una editorial de Madrid, me iba muy bien, pero la tierra tira mucho. El sur. Siempre el sur. De modo que me vine y no perdí mucho tiempo. Al principio hasta di clases de inglés, pero luego vino lo de Niebla Editorial y mira, es ya un sello reconocido y no faltan proyectos ilusionantes. Creo que estamos
«Creo que estamos aportando bastante a la cultura, o mejor dicho a la concienciación de que somos una gran provincia»
aportando bastante a la cultura, o mejor dicho a la concienciación de que somos una gran provincia, es como las señas de identidad de tu amigo Perico. Para ser conscientes de eso hay que dar a conocer no solo la geografía o la historia de un lugar, sino también a sus gentes. Si le echas una ojeada al catálogo de la editorial, verás que de todo eso hay. Y además cumplimos otra función, la de que los sueños o los anhelos de muchas personas se materialicen en forma de libro. Es una auténtica bendición trabajar en una editorial y además hacerlo en tu tierra.
- Volviendo al almacén, está un poco abarrotado, ¿se vende poco?
- No creas, se vende bien. El almacén está como el catálogo de la editorial, abarrotado. No paro de trabajar. Sé que doy una imagen distinta, pero me paso horas y horas delante de un ordenador, llamando por teléfono, ajustando presentaciones, soy un todo terreno porque no tengo más remedio, que conste, una editorial da muchas satisfacciones y sobradas alegrías, cada vez que acudo a una presentación disfruto con los autores, con la ilusión que se dibuja en el rostro de quien tiene en sus manos su primera obra, de quienes saben que muchos van a disfrutar leyendo su trabajo, sea de historia, de poesía o un ensayo sobre el arte de la navegación.

- Y de nuevo a la música, ¿qué podemos saber del proyecto que estás desarrollando con Neftalí?
- Nada porque de momento tampoco nosotros sabemos nada. Sabemos que vamos a tocar y a cantar, que vamos a componer canciones, pero de momento solo tenemos el nombre del grupo, Los niños rata.
Estando en la taberna ha llegado un señor que ha editado con Niebla, saluda muy educadamente y Rafa le invita a sentarse. Un par de minutos después estaba el hombre disfrutando con las chanzas y las anécdotas de Rafa Pérez, el de Rafa y los Pérez, Rabino o Los niños rata, el filólogo emprendedor que revolucionó el mundo editorial onubense. Le digo que le quiero hacer una foto allí en la taberna, junto a un bocoy de vino del Condado de Huelva, y le pido que se quite el chándal, que no quiero una foto tan cutre, entonces me mira seriamente y me dice que no, que es peor, porque debajo lo que lleva es el pijama.