'MATADERO', DE FERNANDO BARÓN
Radiografía de una ciudad
Un dramón circula detrás de lo verdaderamente interesante de la novela, la cruda realidad de una Huelva arrumbada entre las marismas del Titán, el Pozo Dulce o las vías del tren

Abres las páginas de Matadero y te encuentras con una descripción de la vida, las costumbres y hasta de la lucha por la supervivencia en una zona que a mediados del siglo pasado estaba relativamente marginada en las afueras de la ciudad de Huelva. La sociedad española en general, y no solo la del barrio del Matadero en especial, vivía en los últimos años cuarenta una situación de penuria limítrofe con la hambruna. Fuimos pobres tras el desastre de la guerra incivil, al que para colmo se sumaron condiciones meteorológicas adversas, la situación devino en una tremenda escasez, tiempos de cartillas de racionamiento, de falta hasta de pan. De todo esto habla Fernando Barón en esta apetecible novela en cuanto nos viene a describir cómo era aquella Huelva, entre otras cosas de interés, como fue el germen del actual trazado urbano, hasta con planos y referencias obligadas que este arquitecto onubense hace a sus colegas Pérez Carasa (1) y Alejandro Herrero Ayllón (2), este último al que incluso llega a introducir en la narración.
En principio es cierto que el lector puede pensar que es otra interpretación de la posguerra, o de la propia guerra, inducida por alguna ley ciertamente desmemoriada, pero no. La novela tiene una razón por la que empezar por las barbaridades de la guerra, aunque sea por las del bando sublevado nada más, y es la necesaria descripción de un paisaje social y urbano surgido tras la terrible guerra, lo que da pie a un dramón que circula detrás de lo verdaderamente interesante de la novela, la cruda realidad de una Huelva arrumbada entre las marismas del Titán, el Pozo Dulce o las vías del tren, de la que el autor tiene noticia no sólo por los archivos del Colegio de Arquitectos o del Municipal, sino por haber recabado de viva voz, queremos suponer y quizás acertemos, cómo eran las condiciones de vida en aquella barriada, hoy tan cambiada y saneada, sin fábrica de guano, ni casa de las tripas, sin cremación de animales en el Matadero, sin una insalubre marisma alrededor del que se llamó barrio de la Peste, y con un ambiente ahora absolutamente cambiado, y animado por la escuela de arte León Ortega (3) que aprovecha el edificio del antiguo matadero municipal que da nombre al barrio (4) y a la novela.
La novela, el drama, no deja de ser interesante y hasta sorprendente, por no andar con redundancias y tildarlo de dramático, pero esto lo dejamos para el lector, al igual que la pericia literaria o un estilo literario rendido a la intención descriptiva del texto, que a nuestro parecer es la de definir el paisaje en el que se desarrolla la novela, tanto el social, el paisanaje, como el urbanístico o la pulcra descripción de las viviendas populares, de las casas de vecinos, lo que recaba una mayor atención e interés a lo largo de sus entretenidas páginas. De modo y manera que tenemos dos libros por el precio de uno, la trama de la novela, que al fin y al cabo atrapa, y la descripción de esa Huelva que no sólo en el plano y la intención de Alejandro Herrero, o en la anterior visión de Pérez Carasa, es realmente la ciudad que hoy vivimos, tan desconocida (5) por una población de ida y vuelta que explica el poco arraigo de sus vecinos, lo que el tiempo y el asentamiento de la población (6) está arreglando convenientemente en las últimas décadas.
Novela interesante la de este arquitecto e intelectual que se ha atrevido a llevar al público un trabajo de investigación que de otra manera no podría, muy probablemente, haber llamado la atención de los lectores. Doscientas sesenta y una páginas suficientemente bien hilvanadas para conocer la Huelva de ayer, que no fue otra cosa que la infancia de esta Huelva de hoy.
Matadero

Novela de Fernando Barón. 261 pp. Editorial Niebla. Huelva, 2025
Notas al pie
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(1) Activo en Huelva desde 1914 hasta 1929, su idea de ciudad influyó en el posterior Plan General de Ordenación Urbana que pudo llevar a cabo Alejandro Herrero Aylllón. Junto a Gonzalo Aguado, Pérez Carasa fue el responsable del diseño y edificación del Barrio de la Reina Victoria o Barrio Obrero, donde el eclecticismo de la época funde estilos europeos y coloniales con otros de marcado carácter andaluz. Son muchos sus edificios catalogados como BIC en la ciudad de Huelva, pero destacaremos tan solo el Instituto Rábida, subiendo al Conquero desde el Francés a mano izquierda, hermosa construcción que muchos adscriben a Anibal González equivocadamente.
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(2) Arquitecto madrileño que desarrolló toda su carrera en Huelva, donde inició en 1950 la redacción del primer Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad, a lo cual se hace referencia en la novela de Barón. Es el autor del edificio del Ayuntamiento, de viviendas de marcado carácter social en la Huerta Mena y en las Tres Ventanas. Uno de sus proyectos más celebrados es la estación de servicio de la Huerta Mena, frente al barrio Obrero, en la que destacan los tres voladizos que le dieron el nombre de libélula de tres alas, aunque es más conocida popularmente como Cabo Cañaveral. Dotado de una enorme sensibilidad social, por los más desfavorecidos, Huelva le dedica una calle, bajando del Conquero hacia el Huerto Paco, la primera a mano izquierda. De este celebrado arquitecto se recuerda su firme oposición a la instalación del Polo de Promoción Industrial, vulgarmente llamado el Polo, a las puertas mismas de la ciudad, lo que incidiría, como así fue, en las condiciones medioambientales y en la salubridad de la ciudad. Sobre su obra ha escrito varios artículos Lola Lazo, la cual como archivera que fue durante muchos años del Ayuntamiento de la ciudad, ha conocido y estudiado en profundidad su obra. Es muy recomendable su libro «Alejandro Herrero Ayllón en Minas de Herrerías, la dignidad posible», editado por el Ayuntamiento de Huelva en 2013.
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(3) El escultor León Ortega vivió, o malvivió más bien, en una casa de vecinos del barrio del Matadero como la que refiere Barón en su novela. Recientemente le han levantado al escultor e imaginero una escultura en la Huerta Mena, cuando debería haber sido el Matadero el lugar elegido para recordar a quien su arte le fue a salvar en última instancia, cuando estaba ya embarcado en el camión que le llevaba a las tapias del cementerio, donde tanto desgraciado fue vilmente asesinado. Desde el Matadero se desplazaba diariamente don Antonio León Ortega a la calle San Cristóbal, donde tuvo taller compartido con Pedro Gómez y otros artistas. En ese taller trabajaba de sol a sol, sacando de la madera buena parte de las imágenes que hoy procesionan por la capital en Semana Santa y dinero para sobrevivir en aquellos duros años.
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(4) Es curioso que en Huelva al barrio se le llame Matadero, y no mataero, ya que esta palabra se asigna comúnmente a un esfuerzo o un trabajo penoso, duro e interminable.
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(5) Es recomendable, por mucho que servidor sea el autor de las ilustraciones y no debiera dar cuenta de la obra, el libro de Manuel Romero Miralles, Postales de Huelva, editado en 2024 por Pabilo Editorial, un recorrido intencionadamente divulgativo por el patrimonio artístico, histórico y natural de la ciudad de Huelva.
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(6) Esta visión de la ciudad fue la que propició el triunfo electoral de Perico Rodri, aquello de lo que algunos ignorantes se reían, las señas de identidad que realmente tanto necesitaba la ciudad y sus vecinos. Otra genialidad de mi querido amigo que fuera alcalde de Huelva durante dos décadas y que continúa en el corazón de muchos onubenses que le siguen llamando alcalde. No hay más que pasear por cualquier barrio de la ciudad con él para darse cuenta de lo popular que es este liberal de corazón y progresista en sus planteamientos, mal que les pese a quienes tienen en esto del progreso tan sólo un cebo que prender en el anzuelo.