Relatos a pie de calle

Bernardo Romero

Huelva

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23/03/2025 a las 11:57h.

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Estás atrapado entre los agradecidos pliegues de tu mesa camilla, viendo llover y con la estufa puesta porque lo que hay en Huelva no es frío, sino humedad, atrapado entre el ordenador y los libros, observando tu reflejo en la pantalla apagada del televisor, hasta que de pronto reparas en un libro que te han dejado en el buzón hace unas semanas con una nota a modo de marca páginas escueta y directa, una palabra solo: léelo.

Es 'El Suelo de las paredes', de Mario Marín, un creador salido de la facultad de Bellas Artes para ser lanzado inexorablemente al páramo donde prospera el cardo borriquero y la tunera, o eso que llaman, los que de ello viven, cultura. El artista pinta y además escribe, algo que los poco avisados, piensan que es raro o como mucho alcanzan a calificarlo con el genérico hombre del Renacimiento y todo conforme y en regla. Pero no es así, Mario Marín, como todo artista, crea. Y se pueden crear palabras, frases, párrafos y hasta versos, como se pueden combinar colores en una paleta o ejecutar certeros trazos en el bloc de dibujo. Lo hace con plena conciencia, diciendo cosas, no vayan a creer que su arte es una artesanía de pega sin constructo ni relato adjunto. Todo lo contrario, hay un discurso intelectual en su literatura, en su pintura, de ahí que se le pueda aplicar la palabra artista, tan manoseada por la ignorancia parapetada en despachos con arrimo a los dineros públicos. Mario Marín escribe, para colmo, dirigiéndose al lector sin mover la caña del timón, directo y claro, de tú a tú. Un genio.

El suelo de las paredes ha sido todo un descubrimiento para quien les escribe. Hasta el punto de que se ha podido hacer con casi toda su obra para devorarla a tiempo completo y en absoluto perdido. Ocurre con la escritura de Mario Marín lo mismo que ocurre con una obra de teatro o una película acertadas, que cuando te levantas de la butaca no te duele el culo porque se te ha pasado el tiempo volando.

Y esto es lo que ocurre con 'El suelo de las paredes', que una vez consumidas y digeridas en un corto espacio de tiempo sus páginas, te llegan los recuerdos, el buen sabor de boca de recorrer esa mezcla de sarcasmo trufado de una irrealidad que el autor sabe cierta, de ahí que haya levantado la alfombra para mostrar, con una risa abierta y franca, lo que había escondido debajo de ella. Y lo que surge, como todos imaginamos, pero no nos atrevemos a denunciar, es lo perverso que encierra el vecino con el que subes el ascensor o esa chica con la que te cruzas todos los días cuando vas al trabajo. Todos tan monos y bien compuestos, con esa perversidad o quizás simplemente lo absurdo guardado en su mochila, oculto a la vista de todos menos de Mario Marín, que lo ha buscado para ponerlo delante de nuestras narices. Y para que veamos que es real, y hasta lógico, todo ese esperpento que nos regala, va y nos sitúa la acción en la Isla Chica o en el Huerto Paco, en el Punto o en Los Cuartelillos, certificando de esta manera que así somos y así actuamos por mucho que queramos ser conscientes de que el suelo que pisamos está recién fregoteado con jabón al aroma de lavanda, porque siempre quedará un suelo oculto, que no podemos imaginar siquiera que existe, pero está ahí, debajo de las paredes.

Una magnífica y muy recomendable colección de relatos, breves, cortos o muy cortos, hasta microrrelatos escritos para gente necesariamente inteligente. No apto para todos los públicos, solo para gente como usted o como yo, que está para cerrar el ordenador y empezar con otra genialidad de Mario Marín, que esto sí que es un descubrimiento.

Mario Marín. El suelo de las paredes. 134 pp. Niebla editorial, Huelva, 2024