Esther Gómez Rodríguez presenta su poemario 'Baile nupcial' en Moguer
La escritora onubense moguereña estará este viernes 14 de febrero en la Casa Museo Zenobia Juan Ramón Jiménez para
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La Casa Museo Zenobia Juan Ramón Jiménez de Moguer acoge este viernes 14 de febrero la presentación del nuevo poemario de Esther Gómez Rodríguez 'Baile nupcial'. La obra de la escritora moguereña cuenta con el prólogo de Juan Cobos Wilkins y será introducida en el acto de presentación por Daniel Salguero.
Esther Gómez, que se define como maestra, juntaletras, apasionada y con valores irrompibles, presenta un poemario luminoso, donde as palabras danzan con precisión y belleza al ritmo de endecasílabos fluidos, nítidos y cautivadores. Dividido en dos actos, 'Baile nupcial' explora las múltiples coreografías del amor.
En 'Propuesta de coreografía', los poemas abrazan la rutina del hogar, transformando los gestos cotidianos en un arte íntimo, con un lenguaje cercano y cargado de imágenes.
![Esther Gómez Rodríguez presenta su poemario 'Baile nupcial' en Moguer](https://s3.abcstatics.com/huelva24/www/multimedia/cultura/2025/02/11/Esther-gomez0001-U27160878023znt-760x427@huelva24.jpg)
'Música de fondo', por su parte, trae el amor al presente, mezclando lo eterno con la terminología moderna del amor y lo digital. Las emociones universales se entrelazan con términos modernos, tejiendo un ritmo que conecta lo humano, lo social y lo tecnológico sin perder el calor de lo íntimo. Así, este poemario deslumbra con su tono amable y conmovedor, logrando estremecer sin estridencias. 'Baile nupcial' no solo celebra el amor, sino que lo reinventa: un libro que dejará una huella profunda en todo aquel que se deje llevar por su melodía.
Sobre la autora
Esther Gómez Rodríguez -@Plumasensible- (Huelva, 1992) nace en Moguer, Huelva y es maestra de Educación Infantil. Es una enamorada de la educación y de la literatura, como demuestra el desarrollo de multitud de talleres de creación literaria en colegios, institutos y universidades, así como su último trabajo de investigación sobre la incorporación de la poesía y de la literatura en general en la escuela, o su método de creación poética para centros educativos.
Ha participado en diversas antologías poéticas, como la Antología Alienígenas (El Cangrejo Pistolero Ediciones, 2015) y ha recibido diferentes premios, entre ellos el I Concurso de Micro Cuentos, el I Concurso de Sonetos de la Universidad de Huelva, ambos en 2015 o el Tercer premio en el IV Certamen de Poesía Social «Mujer, voz y lucha», a nivel nacional (España), en 2020. Aparece en el mapa de escritoras andaluzas creado en 2021 por la asociación El legado de las mujeres.
La edición de su primer poemario, Blanco roto, se agotó casi al completo en su primera presentación y ha tenido que reeditarse hasta en 4 ocasiones. En 2020 publicó su segundo poemario, Morder el tiempo, con Ediciones en Huida, así como ¿Dónde está MAC?, un álbum ilustrado en colaboración con la ilustradora Susana Rico en Carambuco Ediciones. En 2022 aunó sus dos pasiones con el poemario Maestra Nómada, de Ediciones en Huida y en 2023 ha publicado un compendio de aforismos bajo el título Piedra papel tijera, con la editorial Loto Azul.
Prólogo de Juan Cobos Wilkins
'Veinticuatro horas en la vida de una mujer 'tituló el austríaco nacionalizado británico, Stefan Zweig, una hermosa novela corta; publicada en 1927 —quince años antes de su suicidio junto a su esposa: abrazados en la cama, los letales barbitúricos en la mesilla de noche—, su argumento es bien diferente a este Baile nupcial, el libro de poemas que nos ofrece Esther Gómez, pero el título sí puede enmarcar estos versos en los que el discurrir del tiempo, cada media hora de un día, cada minuto de una jornada, sirve a la autora para introducirnos en el instante, los instantes, del presente amoroso y el deseo de su devenir. Como un diario fotografiado con una polaroid, esas cámaras que revelan de inmediato el fugaz momento captado.
Porque el tiempo, cayendo como en un reloj de arena, es el intangible material que une y sobre el que se alza esta oda de y al amor. Podría ser un sólo poema largo, río, una danza comenzada al amanecer y no interrumpida hasta el alba siguiente, para, en la aurora, volver a reiniciarse, aunque la poeta ha detenido sus pasos en dos intermedios, Propuesta de coreografía y Música de fondo, quizás para proporcionarnos ocasión de brindar entre una y otra secuencia. «El mundo no sabe que vivimos / y que estar vivo es más que respirar», escribe en uno de los poemas inaugurales y la rotunda afirmación es ya una declaración de intenciones. Todo lo secreto, lo íntimo que atesora ese «más» se nos revela de una forma tan sencilla como eficaz, tan natural como precisa, pero sin renunciar a la pulsión poética que, con su magia, convierte a la calabaza en carroza. Nada tan transformador como el amor, capaz de embellecer, pero también, ay, de cegar. Videntes en la oscuridad; deslumbrados, ciegos, por su exceso de luz.
Invitados de honor a este baile de la palabra, asistimos a la mutua elección compartida de los pequeños placeres, el beso como oxígeno para respirar el día por venir, los abrazos para enfrentarse al mundo; la poetización de lo cotidiano mediante una capacidad metafórica sin oropel, sin retórica expandida. La idea se concentra en imágenes limpias como blancas sábanas tendidas al sol, como traje de novia movido por la brisa, llevado por el viento, porque la intensidad lírica se potencia desde lo cercano, lo sencillo, la emoción vivida con el asombro de la niña, un asombro que no es que se posea o nos posea por primera vez, pero sí que, conociendo ya su valor, su impagable regalo, se desea retener, prolongar. Voluntad de ser y estar en un descubrimiento permanente.
Alejada de esos celebrados desahogos, no ya sentimentales sino sentimentaloides, tan pueriles, que pueblan hoy, con éxito, la poesía —la pueblan y, en verdad, la despueblan, la deshabitan—, desde eros, escribe: «Que nada deje ver que fuimos hambre». Y más: «Yo entiendo que mi ropa elija
siempre / la tuya en la colada al enredarse, / y que la lavadora, cual la vida, / no quiera separarla con sus vueltas». Qué sugerente manera, en su contemporaneidad, de hablarnos del amor que más allá de los avatares sinuosos, de las dificultades y vicisitudes de la existencia, de las manchas de la colada diaria —diría por seguir con la imagen—, aspira a estar eternamente trenzado. Los quehaceres domésticos, los momentos compartidos a la hora del almuerzo o la cena, la siesta..., buscan una claridad que los vista y desnude como la piel que desea un tatuaje vivo, vivo y en movimiento, un tatuaje que se deslice por las distintas partes del cuerpo mudando —según esté ya en el pecho o la espalda, ya en la nuca o el brazo— de color, cambiando sus formas, acoplándose a una epidermis que el paso de los días altera, pero que, igual que el mar que nos bañó en la infancia, permanecerá en la memoria idéntico a entonces, fiel a sí mismo y a nosotros.
No hay duda, el centro de este danza nupcial que gira sobre sí, tal la bailarina de una caja de música, su vórtice, es el sentir al que Dante atribuye el movimiento del sol y las demás estrellas, sin embargo, la poeta no es ajena a la sociedad en la que le tocó vivir, una sociedad de modos y apariencias, de la urgencia y el consumo, del «clic» mecánico que trae rápido a casa el capricho del momento, y frente a ella, reivindica la reflexión, la cumbre de lo íntimo, la sima que cobija el tesoro hundido. La libertad. No es la radicalidad de Hamlet dudando entre ser o no ser, es la distinción entre enfrentarse y exponerse, y esta segunda opción es la elegida. ¿Se expone quien escribe? Naturalmente, y así se salva.
El paisaje del futuro de esta música coreografiada es el del mar. La arena, lo apunté al comienzo, como símbolo del paso del tiempo, las olas, en clepsidra, como su sucesión constante e imparable, un mar que fue el de los días transparentes de niñez y que puede ser también el de los hijos. Y esta es la palabra final, la que no por azar, no casualmente, concluye el baile, cierra —¿o tal vez abre?— el libro: hijos. Dicho queda, escrito está, nada más que añadir.