'gente de aquí'
Fernando Barón: «Cuando alguien dice que Huelva es fea manifiesta un sentimiento de pérdida»
Arquitecto de oficio y escritor como vindicación, su visión de la capital combina crítica, conocimiento y compromiso para preservar su historia y las posibilidades de una ciudad única
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Ha recorrido desde pequeño los barrios de Huelva, una ciudad a la quiere tanto como para ser crítico y mordaz en la visión de aquello que observa, sosteniendo su mirada en una sólida formación y, en consecuencia, pudiendo amar a su tierra como solo se puede hacer cuando se tienen sobrados conocimientos y sensibilidad, con absoluta pasión. En la Escuela Superior de Arquitectura encontró oficio, pero además otra manera de ver la vida, más cercana al descubrimiento de las cosas hermosas, de lo bien confeccionado. Estos serían los fundamentos de su visión del hecho urbano que ha trasladado a su ciudad, a la Huelva sobre la que cada vez que nos encontramos analizamos y sufrimos. Hoy nos hemos sentado a las puertas del 1900, lugar de concentración de mentes inquietas, para desgranar su trayectoria profesional y vital.
Al acercarse el lector a las dos novelas que el arquitecto ha dado a la imprenta, le resulta evidente que su intención ha sido, además de pergeñar una trama, la de describir y analizar el trazado urbano de Huelva con objeto de apuntar a las posibilidades que aún tiene una villa emplazada en un más que privilegiado entorno natural. Para el arquitecto y escritor es una tarea ineludible acercar a los vecinos a la realidad de su ciudad, hacerles partícipes de las cosas hermosas que encierra, de sus valores, pero también de sus errores, aunque eso por lo general no sea aceptado ni asumido por quienes tienen el poder de decisión.
- Escribes para dar a conocer la ciudad en la que vivimos
- Claro, esa ha sido mi intención tanto en La ciudad de arena como en Matadero. En ambas está detrás la historia de la ciudad. Desde la primera línea de La ciudad de arena el lector sabe que estamos dando a conocer nuestra ciudad, este espacio que tan felizmente compartimos. Esta novela, como Matadero, nace con la intención de analizar y mostrar su trazado urbano. En La ciudad de arena trato de explicar, recorriendo los cabezos, cómo se pierde el casco histórico por la presión ejercida por una especulación sin control alguno. También invito a recorrer esos cabezos para entender y sentir las razones por las cuales son la imagen de la ciudad.
- Lo que no quita una buena trama a las novelas que has sido capaz de trazar. Matadero es atractiva y con un suspense que te obliga a seguir leyendo sin parar
- Son novelas en realidad, luego la trama es la que es, pero el paisaje sobre la que se desarrolla es el de esta ciudad, de nuestra ciudad.

- Los cabezos son la historia y la esencia de Huelva
- Atacar los cabezos, como se ha venido haciendo en las últimas décadas, califica a quienes lo han hecho y a quienes lo han permitido. Se ama lo que se conoce y se desprecia aquello que no se conoce o no se entiende, de ahí que para respetar y cuidar los cabezos sea menester conocerlos, entender qué son y qué han sido en la historia de esta vieja ciudad, de este prehistórico puerto. En Huelva la presencia de la naturaleza es absolutamente impresionante. Ninguna ciudad tiene esa belleza con tantas posibilidades, de ahí la necesidad de protegerlos como la esencia de Huelva
«Atacar los cabezos, como se ha venido haciendo en las últimas décadas, califica a quienes lo han hecho y a quienes lo han permitido»
que son. Si te alejas de la ciudad, la imagen es la de esas atrevidas elevaciones de arcillas, de margas y arenas, reflejándose en una lámina de agua, ya sea la del Tinto o la del Odiel. Es una hermosura de ciudad, con un clima y unos valores naturales absolutamente inusuales y por supuesto envidiables.
- Ayer mismo me preguntaban en la calle Rábida unos señores con pinta de turistas que dónde estaba el casco histórico. Otra vez me ocurrió en el jardín de la Casa Colón que me preguntaron dónde estaba el jardín botánico con especies americanas
- Es curioso que con los valores que tiene Huelva se trate de vender lo que no se tiene. Nos cargamos el casco histórico sin piedad alguna y ahora tratamos de vender sus restos como recurso turístico. Eso es difícil, desde luego.

- Volvemos al desconocimiento, a la ignorancia, como causa de nuestros males
- Lamentablemente sí, y además viene de lejos. También está la falta de normas. Incluso el primer Plan General de Ordenación Urbana que se redactó, el de Alejandro Herrero, no tenía normas a cumplir. Hasta hace bien poco no hubo normas urbanísticas en Huelva, y las pocas que había eran tan mínimas que condenaban a todas esas casas, barrios enteros, incluso en el centro de la ciudad, con tanto encanto y tanto sabor. Donde había casas de una o dos plantas surgidas de la sapiencia y el buen gusto de los maestros de obras, se levantaron bloques de viviendas uniformados, sin alma. El espacio urbano está cada vez más ocupado por el ruido, auspiciado para colmo por el propio consistorio, y hay cosas harto curiosas, como el muro que se ha levantado para ocultar a la ciudad el sol y la luz, es curioso que en la uve que conforman las avenidas de Italia y Alemania, en su orilla, se hayan construido bloques de viviendas con más altura que el propio centro histórico y comercial de la ciudad. Queda un casco urbano oculto, a la sombra. De todos estos disparates viene esa frase tan manida de que Huelva es una ciudad fea. Eso no es así exactamente, ya te he dicho que Huelva tiene posibilidades. En realidad, cuando se dice que Huelva es fea se está manifestando un sentimiento de pérdida, de olvido también de todo ese patrimonio arquitectónico que se ha destruido. Urge poner en valor lo que Huelva tiene de bueno. Y actuar. Es necesario actuar, pero con fundamentos.

- Me puedes hacer una relación de cosas que hermosean a nuestra ciudad
- Ya te he dicho que los cabezos y lo sigo poniendo en primer lugar. No podemos perderlos. Se salvó el cabezo de Mondaca y ahora es necesario continuar, hacer un nuevo esfuerzo para salvar el cabezo de Roma, que es lo que queda de la Joya, junto al lugar donde Garrido Roig excavó tumbas tartésicas con tan sorprendentes resultados. Somos historia, pero también futuro, si vas al campus del Carmen verás edificios muy notables, o en lugares donde nadie repara, como la nueva estación de autobuses, o el brutalismo de la antigua Normal de Magisterio, hoy sede del rectorado, o el buen caserío que se ha conformado en Zafra, o en la Avenida de
«No podemos perder los cabezos. Se salvó el de Mondaca y ahora es necesario hacer un nuevo esfuerzo para salvar el cabezo de Roma, que es lo que queda de la Joya»
Andalucía también puedes encontrar obras interesantes. Algo podemos vislumbrar ya en un futuro quizás no muy lejano. Se incorporan a puestos de decisión, en el ámbito profesional y esperemos que también en el político, gente cada día más capacitada, mejor formada. Ahí está la clave de todo. En la Universidad y en los jóvenes que gestionarán esta ciudad en una década o dos como mucho.
- Eres una persona afortunadamente crítica con tu ciudad, pero al mismo tiempo optimista
- Ambas cosas son necesariamente compatibles y necesarias. Creo en Huelva. Nuestra ciudad ha perdido personalidad al perder el casco histórico. Se han derribado sin ningún tipo de cortapisas desde casas o palacios barrocos a construcciones modernistas que daban sabor y color a la ciudad. En Huelva, en su periodo de apogeo desde finales del siglo XIX hasta ahora, se ha maltratado un casco histórico en el que los arquitectos se ocuparon de levantar edificios oficiales y los maestros de obras dibujaban hermosuras como esa bajada de la Cuesta del Carnicero por mencionar un ejemplo caído recientemente, en las últimas décadas. Se perdió esa manera tan suave de enlazar la parte alta de la ciudad con la más baja, gracias a casas de una sola planta escoltando las laderas de los cabezos. O el barrio del Cura, entre el también desaparecido cabezo de la Horca y la Gran Vía… Todo se pierde cuando se empieza a tirar casas y a levantar edificios. Hasta las normas del 80 no se empieza a proteger a duras penas el patrimonio arquitectónico onubense. Ser crítico es una manera de construir bien las cosas, de ahí que sea tan optimista y vea a Huelva, en el tiempo, con sobrado optimismo.
- Conocer la historia de Huelva es necesario para vislumbrar su futuro
- Por supuesto, se deberían evitar los equívocos o las interpretaciones irreales de lo que fuimos. Ahí tienes eso del Legado Británico. Aquí hubo una importante colonia extranjera que definió la ciudad, pero en el caso de los ingleses hay que recordar que apenas se relacionaban con la gente de Huelva. Nos quedó el Barrio Obrero, con casas de estilo alemán, como eran los Claus, quienes adquirieron el cabezo de San Cristóbal con la Compañía Riotinto para construir este barrio, también hay casas de estilo austriaco u holandés, y evidentes pinceladas neomudéjares o típicamente andaluzas, y todas fueron diseñadas por arquitectos españoles, José María Pérez Carasa y Gonzalo Aguado; o la Casa Colón, lo que fuera un gran hotel impulsado
«Hay que estar en el mundo del arte, no vivir del arte. Muchos viven del arte sin tener nada que ver con él»
por un alemán, Guillermo Sundheim, otro alemán, como los Claus, que quiso y se hizo onubense, o los embarcaderos de mineral, que estos sí estuvieron firmados por ingenieros ingleses. Así era aquella pequeña villa que se había convertido en capital de provincia hacía bien poco. Es también necesario recordar que, desde tiempos inmemoriales, como evidencia el rico patrimonio arqueológico de la ciudad, Huelva ha sido sobre todo puerto. Fue siempre una pequeña ciudad con un gran puerto. A las tripulaciones que arribaban a Huelva en los tiempos de esplendor de la exportación de minerales, les sorprendía que detrás de cinco grandes embarcaderos, solo hubiera un caserío con cuatro casas como el que dice. Aunque luego podían relajarse en el que tuvo fama de ser el mejor y más celebrado barrio chino de Europa.
- Te preocupa tu ciudad y eso, como suele ocurrir, te ha debido traer problemas
- Hombre, la mediocridad te señala, qué se le va a hacer. Pero da igual, siempre he trabajado en cosas que no dejan mucho dinero y en eso coincido con uno de los mayores arquitectos españoles del siglo XX, Alejandro de la Sota, que solía decir algo parecido. He intervenido en planes generales, el plan de Pescadería, el de Rociana, cabezo de San Pedro… y viviendas sociales en Huelva, en Hinojos, en Rociana…
- Y obras de esas que llaman más la atención
- Muy pocas, la Escuela de Música de Aljaraque, el Centro de la Comunicación Jesús Hermida… en realidad tengo poca obra construida.
- Sólo hay que leerte para entender que estás más interesado en el arte que en la mera construcción, ¿eso te viene de familia?
- Quizás, lo que te envuelve evidentemente te marca. Pero fue en la propia Escuela de Arquitectura donde me percaté de que me interesaba el arte en todas sus variantes posibles. Detrás de la técnica, del rigor a la hora de construir, hay otras cosas igual de sugerentes e interesantes. Me entusiasma un concierto, una exposición, un libro… lo bien manufacturado e interpretado. De hecho, cuando acabo la carrera y vuelvo a Huelva, me encargo de las actividades culturales en el Colegio de Arquitectos, lo cual me posibilitó estar en contacto con grandes artistas, desde los más veteranos, como Juan Manuel Seisdedos, hasta los que entonces eran aún muy jóvenes, como Víctor Pulido. Esas relaciones me llevan a participar o asistir a todo tipo de actividades culturales en mi ciudad. Hay que estar en el mundo del arte, no vivir del arte. Muchos viven del arte sin tener nada que ver con él.
- Esto me lleva de nuevo a recordar tu faceta de escritor, ¿o de divulgador más bien?
- Exactamente eso. En primer lugar, me encanta escribir, y procuro insertar, como es lógico y normal, en cada historia un paisaje y unos personajes. En mi caso no hay fantasías, sino puro realismo. El paisaje es Huelva y los personajes son aquellos que he conocido, algunos están retratados en las novelas tal cual.

- Matadero es una novela que te la presentó un amigo del mismo barrio
- José Carlos Fernández me presentó la novela y algunos familiares suyos, del Matadero, me contaron cosas muy interesantes de la vida del barrio a mitad del pasado siglo. La casa de las fieras existió y se conocía con ese nombre. Era una casa de vecinos que describo tal cual, con su taberna en el piso bajo, su patio, sus servicios comunes…. La reconstrucción del Matadero, del barrio y de sus edificios más emblemáticos la hice con documentos de la Fundación Riotinto, y también conté con la inestimable colaboración de Emilio Romero de la Universidad de Huelva.
- Aparte de la historia que cuentas, del tremendo drama que circula por toda la novela, con mucho suspense, la descripción del barrio es muy realista
- Real como la vida misma. En un trozo de marisma late un tiempo y una vida como esta que describo y que se daba allí. He contado con documentos, pero también con gente que vivió en el barrio, que incluso trabajaron de cadis en el ya desaparecido y entonces cercano campo de golf, en el Titán, o en los dos edificios más emblemáticos del barrio, los dos que lo escoltaron siempre, el Velódromo y el Matadero municipal. Pero también en la fábrica de guano, o los superfosfatos del almacén de la Compañía Riotinto que los vecinos siempre confundieron con un polvorín, de ahí el nombre de un barrio o de una iglesia e incluso a su hermandad del Polvorín, y la fábrica de las tripas… Y de los lugares más emblemáticos, también a conocer una pequeña tienda de comestibles, un zapatero remendón o una bodega, como la taberna de la Casa de las Fieras, y hasta la oportunidad de negocio que, como tantos otros bonariegos, tuvieron sus propietarios dándole salida al vino mosto de Bonares en tiempos en los que el bolsillo solo daba para aguardiente y vino mosto. Con la novela he viajado a un pasado que no deberíamos olvidar, si queremos conformar un futuro mejor.
- ¿Algo se mueve en Huelva?
- Por supuesto, conozco a un grupo de artistas que hacen cosas maravillosas y así al voleo te puedo citar algunos que últimamente me han impresionado, como los que han convertido la muestra de Grafistas Andaluces en un evento que va a más y traspasa nuestras fronteras provinciales. O ahora recientemente el Wofest… Podría seguir porque hay muchas actuaciones o actividades interesantes y mucha gente joven plena de sensibilidad y conocimientos. Me apena que se perdiera Latitudes, de lo más importante que se ha hecho en Huelva en las últimas décadas, o la deriva del festival de cine, que ojalá se recupere y vuelva a ser un referente internacional del cine de calidad.
Siempre que me encuentro con Fernando Barón, y es asiduo de exposiciones y presentaciones de libros, un hombre culto, de una exquisita y amena conversación, acabamos hablando de nuestra ciudad, un amor que compartimos. El arquitecto nació en Huelva, hasta donde llegó su familia numerosa desde la provincia de Almería, ya que en la profesión de ferroviario de su padre era habitual en aquellos tiempos los traslados de trabajadores a puntos alejados de su lugar de origen. Vivió por lo tanto en el edificio de la antigua estación de Sevilla, que ahora está en trance de ser sede para actividades culturales promovidas por la Diputación, organismo que se ha hecho cargo de su restauración y puesta en valor. De aquí su familia se trasladó a una casa de la Renfe situada en la Avenida de Alemania, donde ahora está el edificio de Aguas de Huelva, que lindaba con la calle Granada y la calle Gran Capitán, la que se conoció en tiempos como la calle de las putas. Estudió en el Madre de Dios, hoy Funcadia, lo que acabó alejándole profilácticamente de todo atisbo de sentimientos religiosos, y de ahí a la Escuela Superior de Arquitectura de Sevilla, para volver a su ciudad y casarse con una artista, como no podía ser de otra manera. Su compañera es Elvira Camacho Muriel, que fuera premio Vázquez Díaz de pintura y ahora oficia como docente en la Escuela de Arte León Ortega Tiene dos hijos, uno estudiando informática y otra acabando Historia, después de haber pasado por Bellas Artes, como la madre. Tiene dos gatos y dos novelas editadas. Mientras esperamos la próxima, seguiremos charlando de vez en cuando con este inquieto arquitecto, hablando de la ciudad, y por supuesto de Huelva, su preocupación y sobre todo su pasión.