Dos piezas tartésicas escondidas en un museo de Madrid

Pertenecen a la colección privada del Museo Lázaro Galdiano, que puede visitarse en la capital de España

Se trata de un jarrón zoomorfo y una espada lengua de carpa cuyo origen es un misterio

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Museo Lázaro Galdiano M. A. F.
Mario Asensio Figueras

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Dos vestigios de Tartessos entre más de 12.000 joyas del pasado. Es el patrimonio contenido en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid, en exhibición desde 1951. Este espacio museístico se define como «una colección de colecciones» por su «calidad y diversidad de contenidos». Cuenta con una «rica pinacoteca» con obras de Goya, Murillo, Velázquez, El Greco o El Bosco… así como piezas de distintas épocas y procedencias entre dibujos, estampas, esculturas, joyas, textiles, monedas, miniaturas, armas, marfiles, bronces, cristalería, platería…

Todo lo que se puede contemplar con admiración en este edificio de la calle de Serrano fue adquirido por José Lázaro Galdiano durante más de 60 años dedicados a su «pasión por coleccionar». Nació en Beire (Navarra) en 1862 y falleció en Madrid en 1947. Experto bibliófilo, su inclinación por el arte comenzó en Barcelona en 1882 y fue a más.

Imagen principal - 'La visión de tondal', de El Bosco, retrato de José Lazaro Galdiano y una de las plantas del museo
Imagen secundaria 1 - 'La visión de tondal', de El Bosco, retrato de José Lazaro Galdiano y una de las plantas del museo
Imagen secundaria 2 - 'La visión de tondal', de El Bosco, retrato de José Lazaro Galdiano y una de las plantas del museo
'La visión de tondal', de El Bosco, retrato de José Lazaro Galdiano y una de las plantas del museo M. A. F.

En algún momento de la vida del ávido coleccionista se cruzaron en su destino dos piezas arqueológicas pertenecientes a la civilización tartésica, quizás de Huelva o de alguna de otra de las zonas de influencia de aquel emporio del metal. Se trata de un jarrón zoomorfo y una espada lengua de carpa.

¿Son de Huelva?

Está confirmado que ambas piezas son tartésicas, pero no se puede determinar que sean de Huelva. A primera vista ambos objetos concuerdan con lo que están acostumbrados a ver en el Museo de Huelva onubenses y visitantes cuando nos referimos a la cultura tartésica, de la que han aparecido numerosos restos en la provincia. Sin embargo, estas dos piezas escondidas en Madrid son todo un misterio. En la cartelería de las exposiciones, en ambos casos, se indica que su origen es el «suroeste de la península Ibérica», sin concretar más.

La oficina de prensa del museo Lázaro Galdiano, señala a Huelva24.com, tras consultar con el departamento de Conservación, que «al parecer, no tenemos información de procedencia. Desconocemos cómo fueron adquiridas por J. Lázaro».

Jarro zoomorfo

No obstante, comparten con este periódico las fichas de inventarios, que aportan otra serie de datos. En cuanto, al jarro tartésico, este se encuentra en una vitrina de la segunda sala de la planta baja del museo. Su datación es de entre el 599 y el 500 a. C. (s. VI. a. C.) Es de bronce y realizado con la técnica del fundido a la cera perdida. Tiene una altura de 24,5 centímetros y un diámetro de 14 centímetros.

Imagen principal -  El jarrón zoomorfo, desde tres puntos de vista
Imagen secundaria 1 -  El jarrón zoomorfo, desde tres puntos de vista
Imagen secundaria 2 -  El jarrón zoomorfo, desde tres puntos de vista
El jarrón zoomorfo, desde tres puntos de vista M. A. F.

En su descripción se señala que es un «jarro de cuerpo piriforme y estrecho cuello que remata en una boca con forma de cabeza de felino, probablemente un león, en la que se señalan pormenorizadamente los detalles anatómicos: fauces abiertas con incisivos amenazantes y lengua colgando; morro, ojos y orejas; la melena está indicada con trazos incisos estilizados que terminan por debajo del cuello en forma de collar de flores de loto invertidas». Además se indica que «el asa, de ancha cinta, surge de detrás de la cabeza leonina en forma de cabeza de serpiente, para terminar en la parte inferior del cuerpo como una espléndida palmeta en relieve». El inicio del cuerpo «se marca con un baquetón de media caña muy pronunciado, ornamentado en su zona inferior con una cenefa incisa de motivos triangulares. Pie indicado de reducido diámetro».

La pieza presenta «un buen estado de conservación con una pátina superficial de diferentes coloraciones». Desde el punto de vista técnico, el jarro está fabricado «a la cera perdida, probablemente en una sola pieza, excepto la zona del fondo que se cerró, después del primer vaciado, mediante la técnica del vaciado adicional o sobrefundido». La ornamentación incisa se realizó una vez acabada la pieza, mediante «martillo y cincel afilado, que dejó una huella relativamente fina». Todas las incisiones se trazaron «a mano alzada, sin señalar previamente el patrón del dibujo, por lo que muestran ciertas irregularidades e improvisaciones que podrían interpretarse como descuido».

Espada de lengua de carpa

Esta espada de bronce, se encuentra en la última planta del museo en una sala que reúne todas las armas blancas de la colección. En ella hay espadas de distintas épocas y procedencias. La mayoría se corresponden con la edad media. La número 1 de la colección es esta espada tartésica, similar a las que se encontraron en la ría de Huelva durante una draga en 1923.

Imagen principal - Dos imágenes de la espada tartésica de bronce. En la primera foto, arriba; en la de abajo, a la derecha
Imagen secundaria 1 - Dos imágenes de la espada tartésica de bronce. En la primera foto, arriba; en la de abajo, a la derecha
Dos imágenes de la espada tartésica de bronce. En la primera foto, arriba; en la de abajo, a la derecha M. A. F.

Tiene unas dimensiones de 70 centímetros de largo por 8,5 centímetros de ancho. Es descrita como «una espada de bronce, con empuñadora calada, de las del tipo llamado de Huelva» y presenta una «buena conservación». Fue estudiada por Dirk Brandherm (Queenps University Belfast).

En la ficha de inventario se sitúa a esta espada en la Edad del Bronce (edad de los metales / prehistoria, 1.100 a. C.), pero en la sala de exposición se indica que es « de la península ibérica y del siglo III A. C.».

Opiniones

Varios de los estudiosos y divulgadores más relevantes del patrimonio de Huelva tampoco tienen una información certera y precisa de estas dos piezas. La arqueóloga del grupo Vrbanitas de la Universidad de HuelvaClara Toscano, experta en la etapa protohistórica y en Tartessos en particular, considera del jarrón zoomorfo que «podría ser uno de Niebla». Es más contundente al hablar de la espada, que considera que está «mal datada y que en realidad es del siglo VIII a. C.». Duda sobre su procedencia, porque señala que «las espadas de la ría están controlada, por lo que será de otra parte».

Diego Vázquez, de la empresa Platalea, reconoce que «no conocía esas piezas», pero expone que «la mayoría de las espadas están en el Museo Arqueológico Nacional, pero puede haber algunas dispersas». Sobre el jarrón, opina que «no creo que sea de la Joya. Debería estar documentado, pero es de ese estilo».

Por su parte Jorge Cotallo, presidente de la Asociación ArqueoHuelva, comenta que «conozco el jarro. La verdad es que siempre me llamó la atención, pero se desconoce la procedencia. Es cierto que tiene la misma tipología que los de la Joya, quitando la cabeza». Acaba diciendo que «han desaparecido tantas cosas, que a saber».

¿Qué fue de Tartessos?

Tartessos es la civilización que se alzó en Huelva como resultado de una mezcla entre los pobladores locales que trabajaban el metal y los exploradores fenicios que alcanzaron la costa onubense. Entre sus vestigios tenemos el muro de San Pedro, del siglo X antes de Cristo, la prueba física más contundente de que Huelva era entonces ya una ciudad, la más antigua de Occidente. Tan importante es todo lo encontrado en la necrópolis de La Joya, cuyos ajuares son la mejor evidencia de que los tartessios contaban con una alta sociedad pudiente, con objetos metálicos y cerámicos de gran valor. Otra muestra de la alta capacidad para trabajar el metal, que tanto atraía a otras culturas, lo encontramos en los cascos y espadas halladas en el fondo de la ría onubense durante una draga en 1923.

Teóricamente todos estos tesoros arqueológicos del esplendor pasado de Huelva están bien estudiados y controlados. Hay mucho material en el Museo Provincial de Huelva, donde se expone el resultado de las excavaciones de Juan Pedro Garrido Roiz en La Joya, con dataciones exactas e información precisa. Igualmente en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid se encuentran gran parte de las espadas de lengua de carpa originales halladas en el lecho de la ría. Se hallaron 400 piezas de bronce, entre espadas, fíbulas, puñales, lanzas, fragmentos de cascos, hebillas y otros utensilios.

Sin embargo, por causas desconocidas quién sabe si alguna de esas valiosas piezas no siguieron los cauces oficiales de conservación y puesta en valor y acabaron en manos privadas. Sea ese el caso de las piezas Museo Lázaro Galdiano o no, la realidad es que se trata de piezas no tan conocidas en Huelva y que se encuentran fuera del radar.

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