'Malditos tacones', un culebrón minimalista

CRÍTICA DE TEATRO

A pesar de la buena actuación de las dos protagonistas, la obra del multipremiado autor suena a falsete desde que se empieza a vislumbrar el drama

El público se lo pasó en grande con dos caras conocidas del mundo de la televisión o del papel cuché, con muchos aplausos al finalizar la función

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Las dos actrices protagonistas pentacion
Bernardo Romero

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CRÍTICA DE TEATRO

'Malditos tacones'

Imagen - 'Malditos tacones'
  • Autor Ignacio Amestoy
  • Versión y dirección Magüi Mira
  • Escenografía Curt Allen y Leticia Gañán
  • Iluminación José Manuel Guerra
  • Vestuario Gabriela Salaverri
  • Intérpretes Luisa Martín y Olivia Molina
  • Lugar Gran Teatro de Huelva, 644 localidades (lleno)

Una mala tarde la tiene cualquiera, e incluso es posible que las tardes sean muchas y seguidas cuando se es incapaz de romper un texto cuando es evidente que no funciona o simplemente es incapaz de ver lo rematadamente malo que es, pero en este último caso el drama viene a ser mucho peor. Indigesto incluso.

El multipremiado autor ha querido desarrollar un drama al helénico modo y le ha salido un medio culebrón difícil de tragar a pesar de la buena actuación de las dos protagonistas, que a fuer de querer ser convincentes ceden al grito y a los silencios mal medidos las pocas probabilidades de hacer creíble una obra que suena a falsete desde que se empieza a vislumbrar el drama, un incesto que a pesar de lo melodramático del asunto, e incluso de los golpes de efecto que funcionan por lo medido del momento elegido para soltar un par de bombazos, no se deja comprar por muy cómodos que sean los plazos.

Una sucinta escenografía sobre una plataforma que gira en el mismo sentido que el texto, con pocas probabilidades de éxito, y eso sí, una iluminación bien medida y preciosista, pero que cómo ocurre con la buena actuación de Luisa Martín y Olivia Molina, o el vestuario, en el caso de la Molina un vestido que recuerda a la estatuaria del periodo helenístico, no pueden con un texto que se ha escrito para estar a la última, minimalista más que feng shui por el estilo del sucinto moblaje, o un reparto reducido y acomodaticio a los presupuestos de teatros y afines.

Del abuso de los monólogos cubriendo expedientes en las programaciones ahora vamos a pasar a los diálogos para dos, y como en el caso de estos jodidamente malditos tacones, diálogos realmente para besugos. Las actrices se repiten en este mal gazpacho en lugar de liarse a guantazos entrambas, con lo cual semejante pelea de lucha libre podría haber sido algo más real a poco que hubiera salpicado alguna sangre fuera de la plataformita de las narices, la que da vueltas sin sentido tal como el argumento de esta pieza tan difícil de digerir.

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