XXXIX Festival de Teatro y Danza de Niebla
Bernal con Rodin al fondo
Larguísima ovación final para Sergio Bernal y su compañía
La danza no llenó el recinto iliplense a pesar del esfuerzo del festival por mantener su difícil apuesta por la danza y, en esta ocasión, traer a una de las figuras más deseadas en el panorama dancístico mundial
Se respiraba un ambiente tan agradable como la noche, inherente a un público culto, exquisito y respetuoso
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Después de siete años en el Ballet Nacional de España, donde fue primer bailarín, Sergio Bernal forma junto al director de danza y coreógrafo Ricardo Cué su propia compañía.
El estreno de la compañía que lleva el nombre del afamado bailarín fue en Rusia hace un par de años, con 'Una noche con Sergio Bernal', para acto seguido realizar el espectáculo 'Ser', donde ya mostraba su admiración por el pop y sus deseos de llegar al gran público apareciendo en escena con un vestuario que recordaba el estilo de Michael Jackson, uno de los muchos referentes que tiene el bailarín, que no se corta ni un pelo mostrando el respeto que le merecen los espectáculos de artistas como Beyoncé o Madonna.
A Niebla ha traído sus conclusiones sobre la obra de Auguste Rodin y de paso su personal visión de la escultura del inclasificable maestro francés, que volverían a un lenguaje a la maniera de Buonarroti para mostrar el cuerpo humano con la misma contundencia y poderío que lo hace en esta obra Sergio Bernal, que entra vestido de calle para quedar luego con un ligero calzón que deja libre el cuerpo, la belleza de las formas en tensión. Tal como el mentado Miguel Ángel, como el Rodín que tras su viaje a Italia para conocer el maestro supo que esculpir era otra cosa distinta.
Tres partes y tres esculturas. Música de Lully, cómo no, para El torso de hombre, un homenaje al 'Roi Soleil' que cual torso romano muestra la grandeur. Es curioso, pero cuentan que Louis XIV, un intelectual, le canturreó a Lully algunos compases para que se inspirara en la composición de algunas de sus obras, por supuesto en clave de Sol.
Para El Beso ha elegido Bernal, con sumo acierto, la pavana para una infanta difunta, en la que Ravel muestra su admiración por la música española, mucho más allá de por las infantas, fueren cuales fueren, como demostraría el músico en su Rapsodia española o en su archiconocido bolero.



La pieza que conforma la parte central de toda la función, es la que se corresponde al Pensador, y para ello se ha buscado la música del excepcional compositor de Jumilla, Roque Baños, indudablemente un nombre esencial para entender la música de cine, de espectáculos visuales en general, en la actualidad.
Tres apartados distintos para otras tantas obras de Rodin, que se nos antoja como un no demasiado sorprendido espectador al fondo, con su sempiterna, complaciente e irónica sonrisa, observando un escenario en el que apenas una mesa en un lateral, más un pequeño podio en el centro de la escena completaban junto a la fenomenal orquesta toda la ambientación de un espectáculo sobre sus tres obras más conocidas –Balzac y las Puertas del Infierno, a nuestro entender son las menos conocidas pero las más sorprendentes y definitorias del genio de Rodin-.
Una escenografía sucinta, pues no se necesita más cuando todo debe estar centrado en la figura de Sergio Bernal, en el poderío mostrado en una intensa hora que le llevan a la extenuación, apenas con unos segundos para respirar entre cuadro y cuadro, o con la ayuda en el pas a deux del beso con la bailarina Ana Sophia Scheller, suaves en su perfección ambos dos.
En el apartado de la danza, todo excelente, fenomenal y absorbente, hasta el punto de que la hora que para el bailarín resultó ser, y era palpable, extenuante, para el espectador se hacía corta, muy corta. Lo bueno, ya se sabe. Se te hace breve lo sea o no. Aquí una hora se pasó volando, tal como hace Sergio Bernal, volar sobre un escenario prendido de la magia de un cuerpo escultórico, que de eso iba la obra.
Rodin, un escultor al que se le pueden añadir todo tipo de calificativos pero que al final nos quedamos con ser el impulsor de los fundamentos del arte moderno, o actual, en la escultura, bailó libre, absolutamente libre en un tiempo en el que el neoclasicismo era escuela rígida, y al que se enfrentó, que fue respondido por un romanticismo que deseaba liberar ataduras, y el maestro por encima de esa función, abrió en canal los modelos que dibujaba del natural dejándolos circular, desnudos, por su taller para capturar el alma, que es lo que le interesaba, tal como hace Bernal en esta su tercera obra.
Finalmente, a Rodin se le pretendió adscribir al impresionismo por la luz en sus piezas escultóricas, o al expresionismo por buscar más el alma que la apariencia externa de los individuos, mas Rodin, como Bernal en este espectáculo, es él mismo, un manierista en su propia evolución.
Esta pudiera ser la intención del bailarín madrileño, la de mostrar su propia evolución, desde que siendo un niño bailaba para los transeúntes junto a una caja de cartón, hasta esta primera figura mundial que es hoy y nos sorprendió en un espectáculo cuyo peso se echa a sus espaldas tal como los dioses clásicos, en el bronce o en el mármol donde fueron retratados y donde el brillo del trabajo bien hecho estalla en cuerpos canónicos e idealizados.
Bernal lo tiene, lo entrena y lo muestra. De esto, de la belleza en armónico movimiento, va toda esta historia. Brillante historia.
Rodin, el escultor de las emociones
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Dirección: Sergio Bernal con la codirección de Ricardo Cue.
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Diseño de vestuario: Bernal y Cristina Catoya.
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Vestuario: Gabriel Blesa.
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Sonido: Víctor Tomé.
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Iluminación: Álvaro Estrada.
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Coreografías: Sergio Bernal y Valentino Zucchetti (El beso).
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Músicos: Daniel Jurado (guitarra), Javier Valdunciel (percusión), Gustavo Gil, José Gil y Kevin Marchan (violines), Marta Rodríguez (viola), Jorge Gutiérrez (cello) y Carolina Pardo (oboe).
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Bailarines: Sergio Bernal y Ana Sophia Scheller.
- Alcazaba de los Guzmanes del castillo de Niebla. Teatro accesible. Aforo: 900 localidades, Tres cuartos de entrada. 20 de julio, 2024.