Elefantes triunfó en el Gran Teatro
Una canción de canciones con la que acariciar la emoción de amar
Con el romanticismo a flor de piel, con Neruda y Perales reivindicados en la bandera, pero siendo sobre todo muy Elefantes en su forma de conectar con la sensibilidad de la gente, el grupo barcelonés interpretó con un sonido brillante y una voz deslumbrante un escogido repetorio con algunas de sus mejores canciones más cargadas de sentimiento. Regalaron al público un relato palpitante, con altibajos en intensidades, con delicados matices para generar momentos mágicos o romper a saltar con gran fuerza y entusiasmo.

Amor entre canciones en más de 20 años tocando juntos. Diez han pasado desde la última vez que lo hicieron en Huelva. Una ruptura ha mediado en su regreso y ahora parecen más unidos que nunca, más capaces de transmitir y transformar con su música a quien pone su ánimo en ella, conscientes de su poder. Elefantes volvió a la capital onubense en un tercer concierto muy especial en el singular marco del Gran Teatro, que habitado por un buen público dispuesto a sentir y disfrutar puso el plus a las grandes canciones compartidas en un ambiente único e irrepetible. Estos cuatro artesanos de la música (Shuarma, Hugo, Julio y Jordi), tan cargados de experiencia y personalidad, hicieron honor a su oficio y con técnicas artísticas ceramistas, de orfebrería, cristalería y talla sobre el aire, las teclas, las cuerdas, tambores y platillos obtuvieron sobre trabajadas arquitecturas ya conocidas relucientes matices, sonidos armónicos, oscilaciones entre la cruda desnudez y nuevas elaboraciones con sabores exquisitos.

Fue una canción hecha de canciones para cantar al amor, lo que siempre supieron hacer con distintos lenguajes en diferentes épocas, compartir sus canciones y hacerlas de cada uno al enganchar con sus estribillos. Con diferentes perspectivas, melodías e historias encarnaron flechazos y enamoramientos, momentos de plenitud, devoción, necesidad, pérdida o desengaño y renacer, entre otros de los rostros que toma la emoción de amar. Fue un palpitante relato en un sube y baja emocionante de intensidades y frecuencias, a veces a ritmo templado, a fuego lento, donde la magia aparece y se hace cristalino el mensaje en su forma, o más vivos, donde emerge una energía esencial y primaria y su fuerza arrastra con contundentes cadencias, donde se afilan las escalas y los acordes densos se vuelven ágiles con pasional velocidad. Con el romanticismo a flor de piel, con Neruda y Perales reivindicados en la bandera, siendo muy Elefantes en esa forma propia de conectar con la sensibilidad de la gente, el grupo barcelonés interpretó con un sonido brillante y una voz deslumbrante un escogido repetorio con algunas de sus mejores canciones de amor, con sentimientos sencillamente enormes.

Entre los aplausos de bienvenida emergió la clásica canción francesa ’La vie en rose’, un himno de otro tiempo a veces muy presente. Se fue difuminando y creciendo la voz de Julio Cascán, el bajista, recitando el poema XII de 20 poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda: “Para mi corazón basta tu pecho / para tu libertad bastan mis alas. / Desde mi boca llegará hasta el cielo / lo que estaba dormido sobre tu alma...”. Las siluetas del cuarteto, cada uno sentado en su lugar, tranquilos y enchaquetados, fue un envoltorio de misticismo y elegancia acorde al teatro para todo lo que vino después.
La primera muestra de una reinterpretación con diferentes arreglos y matices enriquecedores fue la de ‘Hoy’ y su “contador a cero”, sus alas partidas y fantasmas para decir “ahora al fin sé donde tengo que ir”. Y de este tema de 'Nueve canciones de amor y una de esperanza', su último trabajo, la siguiente estación fue hasta ‘Azul’ para interpretar ‘Me he vuelto a equivocar’, el primer contrapunto a una noche que a saltos fue de lo calmado y delicioso a lo vibrante y enérgico, como en este tema con ambiente de cabaret y ritmo fragmentado, que acelera y se ralentiza y que acaba recitando en francés. Le siguió ‘Aún más alto’, un viaje en ascensión, como en globo aerostático, que sonó de cine, como ’Que todo el mundo sepa que te quiero’, la canción que resume el espíritu de su más reciente trabajo, donde lo sencillo se hace importante y potente a la hora de comunicar. Shuarma ya comenzó a abandonar su silla para recorrer sus dominios sobre el escenario, donde pocos se expresan como él con su personalidad arrolladora, tanto interpretando, llenando el espacio con gestos que completan su voz, como introduciendo explicativamente canciones con su gracia natural.

‘Me falta el aliento’ sonó muy rítmica antes de la especial versión de ’Dime si tu te vas’, de nuevo tendiendo hacia lo pausado y exquisito, con una larga introducción cuajada de talento y raíces flamencas de Hugo Toscano a la guitarra, en cuyos arabescos solitarios se insertó la voz de Shuarma reteniendo a quien escucha, palmas sordas y la dulce aparición de una melódica soplada por Jordi Ramiro. También quedó preciosa la versión de ‘Duele’, el tema que en el disco tiene la colaboración especial de Bunbury, y que vistió con belleza Shuarma al piano, desgranando la impactante letra de una historia de pérdida y quemor. “Duele sentir que de tu amor yo ya no soy nada, duele” y el Gran Teatro enmudeció.
Y de nuevo un giro hacia un ritmo más vivaz con ‘Volvió la luz’ y su “llegaste tú y todo poco a poco fue ocupando su lugar”, para después invocar a todas esas cosas cotidianas que a veces pasan inadvertidas y en las que residen las grandes muestras de amor, todo eso que encierra ‘Lo más pequeño’, una disposición continua a ser lo necesario y preciso para la pareja a cada instante cotidiano. Y en otro plano, el incondicional amor padre-hijo de ‘Mi estrella’, donde puso el toque novedoso otra vez Jordi, esta vez con un xilófono. Un clásico fue Shuarma empuñando la pandereta, que se agitaba en sus manos como poseída, para seguir el ritmo de otras de sus más brillantes composiciones, ‘Que yo no lo sabía’, que arrancó las palmas al unísono del respetable, ya animadísimo a esas alturas del recital.

Uno de los momentazos fue la versión del tema de José Luis Perales ‘Te quiero’, una canción que llegó a sus manos con un recopilatorio recibido como regalo en un viaje, y que ahora enarbolan como emblema de su reivindicación de los músicos que influyeron en generaciones y marcaron épocas de una manera quizás más silenciosa de la apreciable y que por ello no tienen el reconocimiento merecido. Su pontente estrillo finalizando con “Te quiero como la tierra al sol” fue cantado a grito pelado por los asistentes, que siguieron ‘in crescendo’ y sintiéndose tocados en el corazón con ‘Azul’, la canción que catapultó a Elefantes, que sonó magnífica y emocionante y que acabó con una gran ovación.
Toda la banda ya llevaba varias canciones de pie, como en un concierto eléctrico, el humo campaba a su anchas entre las luces, habían desaparecido las chaquetas y las camisas iban a su aire, cuando llegó el turno de ‘Me llega información’, toda una oda a las diferentes conexiones tecnológicas que van haciendo camino juntas en lo personal. Su contundencia interpretativa se mantuvo con la inigualable marcha y capacidad para invitar al baile de ‘Piedad’, que puso al público de pie, saltando y tocando palmas sin parar, derrochando más energía que en una clase de spinning, algo que siempre supo hacer la banda.
Las palmas por Huelva y el cántico de “Elefantes, Elefantes” trajo de vuelta al grupo tras dejar momentáneamente el escenario, donde terminaron de echar toda la carne en el asador, demostrando que su experiencia va a más pero la ilusión sigue intacta, como la capacidad para emocionar y arrastrar hasta su círculo a quien entra en su radio de acción. Y allí sonó ‘Equilibrios’, del álbum ‘El Rinoceronte’, una canción muy sensorial como antesala de otro tema que induce a la liberación corporal, ‘Somos nubes blancas’, que puso a todos en movimiento y que tuvo como broche la respiración agitada de Shuarma.
En la penúltima estación del viaje estuvo presente ‘Pretendes’, una de sus primeras canciones compuestas y grabadas y que “nos ha acompañado desde el principio”. El capítulo final se escribió con ‘Momentos’, una canción que va de menos a más, que fue “el sabor que nos gustaría dejaros”, dijo un Shuarma que agradeció al público su presencia y participación y que deseó volver de nuevo con el Gran Teatro lleno de público. De su música ya estaba a rebosar.
