JUAN CARLOS CASTRO CRESPO EN LA CASA COLÓN
Del color y otras inclinaciones
Se preocupó Heidegger (1) de acabar con los presupuestos del arte como fundamentos estéticos, como búsqueda de lo hermoso, de lo bello. Para el pensador alemán es menester deshacerse de los conceptos platónicos y aristotélicos que nos llevan a entender la obra de arte, a introducirnos a ella.


Establece en contraposición a estos presupuestos, que la obra de arte es menester considerarla desde ella misma, de modo que no sea algo producido por el conocimiento, sino por la revelado, por lo que no está oculto. Cuando te colocas delante de una producción de Juan Carlos Castro Crespo, estás observando la utilidad de una cosa, o de una amalgama de cosas que no necesariamente pueden ser definidas o entendidas como funcionales, como elementos concretos que se puedan definir desde lo material, sino desde lo espiritual. La muestra que el pintor en el Conquero (2) ha colgado en la Casa Colón de Huelva, tiene la intención de mostrar la música que envuelve todas sus horas. Escucha música e interpreta a los oficiantes en los teatros, en palacios de la música que ha ido enhebrando con materiales diversos. Y pintura. Color. La necesidad de proponer colores vivos, contrastando con unas profundidades que le sirven de marco, de escenario donde se mueven instrumentos, músicos y atrezos de ese mundo que nos descubre.

Además de lo propuesto, es muy atractivo pararse delante de cada una de sus obras –van a disfrutar seguro- para entender precisamente eso que de espiritual tiene su producción artística. Fue Kandinsky quien consciente de sus carencias en el dibujo, se centró en las posibilidades expresivas del color y la composición construyendo de ese modo un lenguaje estético. La búsqueda de lo bello, de lo bien hecho, de la obra de arte, en definitiva. Esa búsqueda de lo espiritual(3) también está en la obra bien medida, exactamente compuesta de Juan Carlos Castro Crespo. Color lanzado con tanto descaro como pericia, y composición tan atrevida como estudiada en profundidad. Luego el artista juega con elementos que busca aquí y allá, que le resultan idóneos hasta el punto de que el espectador, que ha sido capaz de aprehender su intención, lo espiritual desvelado, ve con naturalidad una playera de plástico naranja en mitad de una sinfonía, o sus recortes de figuras humanas caminado entre lo geométrico, lo platónico o lo aristotélico de lo que Heidegger trataba de desprenderse, y lo onírico. De estas aparentes contradicciones, sólo aparentes, surge la obra de arte y tras ella la intención de no mostrar lo que nos dicta el conocimiento, sino muy al contrario, lo oculto ahora hermosamente descubierto.

En la vida de un artista plástico la música suele estar muy presente. En el caso del pintor en el Conquero, la música envuelve sus horas. Juan Carlos Castro Crespo, que no hace demasiado tiempo nos regalaba una magnífica exposición con bibliotecas y teatros en la sala que la Fundación Caja Rural tiene en la calle Botica, ha dado un paso más para introducirnos en el interior de un teatro y que la música, como a él, nos envuelva. Una explosión de color y otras inclinaciones habituales ya en la carrera de este prolífico y excelente artista (4), como son las líneas lanzadas con habilidad desde todos los vértices, pero siempre con la razón matemática, exacta detrás de sus celebradas composiciones.
Música, color y atrevimiento en un pintor que no cesa de trabajar(5), de meditar y colocar formas e intención, mientras las notas vuelan a su alrededor en un taller donde las musas seguro que se sienten a gusto, como si estuvieran en el mismísimo Parnaso. El oráculo de Delfos(6) no debe quedar muy lejos del acuífero que subyace bajo los cabezos, de esas aguas que alimentan la Fuente Vieja, cabezo del Conquero abajo. Al final, todo concuerda. Apolo y las musas sí, seguro, que están felices de haber sido testigos de la creación de este preludio teatral. Castro Crespo, que los acoge en su casa del Conquero, y ustedes que es para quienes él ha estado trabajando en este proyecto, también. No se la pierdan.

(2) Allí tiene taller, más que estudio, el artista onubense.
(3) De lo espiritual en el arte. Vasili Kandinsky.
(4) Le admiro y le aprecio, pero intento escribir con objetividad por mucho que la crítica siempre sea subjetiva. Cada cual, como es natural, observa y ve cosas distintas, cosas que no deben ser ni siquieras parecidas. Aquí podríamos volver a Heidegger, a lo cósico de la cosa, pero tampoco quiero atormentarles a ustedes, para mí también queridos y pacientes lectores.
(5) Picasso decía que no creía en las musas ni en la inspiración, solo en el trabajo, por si de verdad existieran esas dichas musas, que le cogieran trabajando.
(6) El oráculo de Delfos estaba situado bajo las faldas del monte Parnaso, residencia de las Musas, en un templo dedicado a Apolo, un tholos cuyas ruinas son visitables, tanto de manera presencial o, más cómodamente, desde la pantalla de vuestro ordenador.