ACTIVIDAD DE PLATALEA

Alejandro Rivera, hormiga león en el Jardín Botánico Dunas del Odiel 

Como el diminuto pero poderoso morador del Jardín Botánico Dunas del Odiel, el artista lepero atrapó con la magia de sus canciones a un público frente al que hacia seis meses que no desnudaba su alma. Tras la metamorfosis del confinamiento desplegó con nuevas alas toda su fuerza interpretativa, toda su sensibilidad, con su guitarra y el magistral José Carlos Roca acariciando un chelo que fue la estrecha sombra de su privilegiada voz, que besa lentamente cada frase para hacer sentir que cada momento especial siempre puede durar un instante más. 

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Alejandro Rivera, hormiga león en el Jardín Botánico Dunas del Odiel 

Sus manos se introdujeron repetidamente en la arena y se elevaron para escudriñar entre sus palmas una presencia, como con la expectativa de que surgiera una pepita de oro. Sonia, guía de Platalea, buscaba entre los rastros en hilera de su túnel y los diminutos cráteres que le sirven de trampa a la larva con potentes fauces de la hormiga león. No hubo éxito y la visita guiada por el Jardín Botánico Dunas el Odiel continuó. Al final de la pasarela de madera lo encontramos, ya con la metamorfosis que le confiere alas para sobrevolar los ecosistemas del entorno, por encima de la arena que fue su confinamiento. Tras seis meses sin volver a situarse frente a su público, Alejandro Rivera, viva emoción, mostró con su melodiosa sensibilidad canciones a las que el tiempo ha ampliado su significado y otras nuevas florecidas como esperanza certera de una época de incertidumbre y atribulaciones, todas con su inconfundible sello de calidad.  

La música, como otras muchas cosas importantes en la vida, es una especie amenazada en tiempos del coronavirus. Por eso, una entidad como Platalea, que da tanto valor a la naturaleza y el patrimonio, no podía dejar que siguiéramos privados de la experiencia de sentirla en directo y en un entorno privilegiado como el Jardín Botánico Dunas del Odiel. Así, la actividad ‘Atardeceres en el Jardín. Músicos en la naturaleza’ fue un perfecto ejemplo de simbosis entre la Fundación Cepsa, la Junta de Andalucía y Platalea, cuyo gerente, Diego Vázquez, avisó acertadamente en su presentación que la música del artista lepero provocaría a iniciados y noveles la necesidad de repetir.

Alejandro Rivera, hormiga león en el Jardín Botánico Dunas del Odiel 

También quedó esa sensación tras sumergirse, guiados por la pasión y el conocimiento de Sonia, en la riqueza de un espacio con ecosistemas como el bosque de ribera, el monte blanco y el monte negro, entre otros, con sus matices de formas y colores. Es un museo para la exposición y la investigación con tesoros recuperados de la extinción como la hidrocaris, o especies en peligro como el enebro “el lince de nuestras plantas”, el único superviviente del campo de cruces que se extiende mortecino tras el paso de una duna, al que mata lentamente el exceso de urbanización y la carencia de herbívoros que hacen germinar sus semillas. También mermó su población recibiendo su madera resistente a la humedad otra vida en embarcaciones, como la de las sabinas.

Mientras Mari Cruz hacía fotos del grupo aprendimos a diferenciar hojas y tallos y como la adaptación hace minúsculas las superficies por las que puede evaporarse el agua. También el estado de conservación marcado por puntos con los colores del semáforo junto al jaguarzo morisco, el tomillo andaluz, el rusco o el lentisco, que tiene como prima en oriente la pistachera. Por allí se asientan también el gordolobo y su poder tóxico aplicado a la pesca, el barrón y su afán por que las dunas en el viento dejen de ser nómadas y toda la familia quercus (árbol bonito) con su cualidad de ejercer resistencia al fuego.

Alejandro Rivera, hormiga león en el Jardín Botánico Dunas del Odiel 

La cualidad de Alejandro Rivera es la de embelesar mientras canta, mientras te atrapa, con más dulzura que la hormiga león, con más vida, meciendo el cuerpo, expandiendo los sentidos en un recorrido que canción a canción acaricia la piel y llega siempre mucho más adentro, para conquistar el corazón. Orbitaban los pájaros y en el murmullo de los árboles con la brisa se iba despidiendo el sol, pero seguíamos teniendo luz ante nosotros. 

‘Canción debida’, con su “no pierdas la calma”, abrió el recital, que continuó con ‘Tu parte gris’ y el interés en ahondar en lo no visible de una personalidad. Luego vino ‘Desde dentro’, la consecuencia de encontrarse cuando se viaja lejos, un año en Uruguay donde aprendió que “el amor comienza en uno mismo”, un tema en el que el violonchelo de José Carlos Roca ya era como la sombra de su voz, aportando más brillo y cuerpo a cada armonía.

Siguió siendo una estela de preciosismo en otro tema del disco ‘El árbol despacio’, ‘La última alarma’, otra pieza bordada con la incontestable sinceridad de los sentimientos auténticos. Inspirado en la vida de Frida Kahlo nació ‘Mil de enero’, donde todo el aire pasa por el tamiz de su garganta ininterrumpidamente, sin pausa.

Alejandro Rivera, hormiga león en el Jardín Botánico Dunas del Odiel 

La sexta canción fue un recuerdo muy actual del primer disco ‘La fiesta del agua’, donde ‘Crece y crece’ se ha convertido en una canción “que se repite y siempre me acompaña, que no pensaba que iba a ser tan especial”. Una amiga embarazada que no quiso saber el sexo del bebé hasta nacer fue el punto de partida para un canto a la diversidad y la tolerancia, algo “bonito de cantar y necesario”, donde lo importante es estar “siempre amando”. 

El chelo de Roca volvió a moldear el aire en ‘Todo cambia’ una maravillosa y emocionante versión de un tema que popularizó Mercedes Sosa. “Siempre me he identificado y más ahora”, reconoció Rivera sobre las verdades que canta, tan evidentes y que tanto dan que pensar, más que nunca ahora que sentimos que todo es inestable. 

Tras un año sin lograr que las musas le visitaran, el artista lepero se congració de nuevo con ellas en ‘La canción dormida’, que se manifestó tras la inspiración de “alguien que no lo sabe” y que contiene un silbido fantástico. ’59 segundos’ tuvo una clara inspiración en un chico africano que vendía pañuelos en un semáforo que permanece en rojo este tiempo en la Avenida de las Fuerzas Armadas, el momento en el que ganarse la vida, la demostración de que la esperanza cambia de color. 

Alejandro Rivera, hormiga león en el Jardín Botánico Dunas del Odiel 

La décima canción del concierto fue un gran estreno, ’Beso lento’, toda una filosofía de cómo sentir. “No esperes nada de mí porque ya fui melodía en tu jardín. No aguardo nada de ti porque ya eres la canción que está a punto de salir y latir”. Tal y como explicó su autor, “nunca se puede esperar nada de nadie y aprendo a no tener expectativas”.

Otra canción nacida en el confinamiento fue ’Desde mi balcón’, un tiempo que vivió de mejor a peor. “Habla del crecimiento personal que llevo desde un tiempo y más en el confinamiento”, decía Rivera sobre una especie de metamorfosis, como la de la hormiga león y sus alas cobradas, en la que aprendió “un montón de cosas” de su amigo Andrés, a quien dedicó la interpretación. Demostró su fuerza y fe en que todo va a salir bien.

Alejandro Rivera, hormiga león en el Jardín Botánico Dunas del Odiel 

‘Lunares en huelga’ es otra canción ‘made in Montevideo’, que habla de “las relaciones en las que hay diferencia de edad”, algo sobre lo que tenía “prejuicios”, alterados por la idea de que “al final la edad es la edad y el amor es el amor”. 

A continuación volvió a demostrar su capacidad para emocionar y hacer suya cualquier canción que canta, como ‘Nostalgias’, de Carlos Gardel, cuyos versos hiló con con sutilidad y fuerza desgarrada. El broche final, como en otras ocasiones, fue ‘Luna de agosto’, más que oportuno en este mes de verano, bajo el satélite luna y en la noche del Jardín Botánico Dunas del Odiel. “Es de las más especiales y fue un antes y después en mi vida”, reconoció sobre la última canción que compuso estando el Montevideo hace tres años y dedicada a sus padres, que habla de brindar y celebrar la vida. “Me tuve que ir lejos para que saliera la canción”, cuyos ecos se acomodaron entre los ecosistemas de un jardín que siempre espera visitas. 

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