carta al director
Lo que el Mundial no nos muestra de la FIFA
El pasado viernes 13 de junio empezaba en Brasil a rodar el balón, por cierto fabricado en China, dando comienzo el evento futbolístico que más pasiones levanta cada cuatro años en el mundo. Este evento tiene como organizador a la Corporación FIFA, a la sazón uno de los grandes cárteles del capitalismo globalizador. Cuando sus representantes dicen no sólo calla el cuero del balón redondo, también los grandes medios de comunicación siempre al servicio de intereses espúreos y donde nuestro país es un buen ejemplo.
No me refiero exclusivamente a medios alineantes de masas específicos del terreno deportivo como Marca, AS, El Larguero, Punto y Pelota, Estudio Estadio y un largo etcétera, también quiero referirme a otros de información general que durante cada acontecimiento deportivo a nivel planetario dedican ríos de tinta o grandes espacios radiofónicos o televisivos a estos menesteres, siempre bajo la égida de inyectar cloroformo en las mentes de las clases desfavorecidas y con un talante informativo exclusivamente amarillista. Porque un Mundial da más de sí de lo puramente deportivo, sobre todo cuando la Corporación FIFA y su carácter depredador están por medio.
El país que arroja unos peores índices de desarrollo humano en el continente americano es Haití. Este país sabe de las intervenciones militares franco-norteamericanas que perseguían la destitución del presidente electo Jean Bertrand Arístides, cuyo pecado fue el ir con el paso cambiado con respecto a los intereses económicos de occidente. Golpes de estado dan fe del carácter antidemocrático de quienes dicen poseer patente de corso en la aplicación de los derechos humanos, democracia y libertades. Posteriormente este golpe de estado fue reforzado y legitimado con la presencia de la MINUSTAH con efectivos de países de varios continentes, cuya organización y financiación corre a cuenta de Francia y EE.UU. bajo el pretexto, en enero de 2010, del fatídico terremoto en el que perecieron 220.000 haitianos, 300.000 heridos y 2,3 millones de desplazados, destruyendo viviendas, infraestructuras, edificios, etc. sembrando la desolación, la miseria y la hambruna entre sus pobladores. Posteriormente, en Octubre de ese mismo año mueren 8000 haitianos víctimas de la epidemia de cólera que soldados nepalíes integrantes de la Misión de Estabilización de Naciones Unidas para Haití habían esparcido entre la población. Pero los haitianos, al igual que otros muchos pueblos, tienen en el Mundial de futbol un entretenimiento, un bálsamo ante tanta desgracia colectiva. Y por eso las autoridades deportivas de este dolido país caribeño le han solicitado a la Corporación FIFA la cesión de imágenes del evento para su difusión en los, supongo que escasos, televisores existentes.
Pero he aquí, la respuesta de quienes rigen los destinos del deporte más popular del planeta: “SI HAITI QUIERE DIFUNDIR IMÁGENES DEL MUNDIAL HABRÉIS DE ABONAR A LA FIFA DOS MILLONES DE DÓLARES”. La garganta de este empobrecido y saqueado país apretada un poco más por la avaricia y usura de los mandamases del fútbol. Pero éste ya clásico estilo de corte neoliberal contrasta, y de qué manera, con las políticas de solidaridad e internacionalismo que, antes, durante y después del terremoto de Haití miles de médicos y personal sanitario especializado integrantes de las brigadas médicas de Cuba han venido y vienen realizando por aliviar el sufrimiento y mejorar la salud de los haitianos. También desde la Venezuela Bolivariana la ayuda alimentaria y energética prestada al pueblo haitiano nos muestra bien a las claras dos formas antagónicas de interpretar el mundo: la capitalista, en este caso bajo la autoría de la Corporación FIFA y sus pretensiones de injusticia, alejadas de cualquier atisbo ético y la socialista donde, como inmortalizara Ernesto Guevara, “vale, pero millones de veces más, la vida de un solo ser humano, que todas las propiedades y ambiciones del hombre más rico de la tierra”. Y la Corporación FIFA pertenece a este selecto club de privilegiados multimillonarios.
No es la única agresión cometida por sus representantes, para vergüenza del deporte rey, (adjetivo de difícil digestión es estos tiempos ) contra un país latinoamericano. El mismísimo país que cede sus canchas de juego a las distintas selecciones nacionales participantes, es decir, Brasil, también recibía en fechas anteriores al inicio del mundial la visita de Jerome Vatcke, Secretario General de la FIFA. ¿Y cuál fue, en este caso, el motivo que tan infame tecnócrata futbolero tenía para desplazarse a Brasilia a presionar a las autoridades deportivas brasileñas? Pues por insólito que pueda parecer, la Corporación FIFA pretendía anular una ley aprobada en 2003 por el Parlamento brasileiro que prohíbe la venta de bebidas alcohólicas en los estadios. ¿Con qué propósito? Pues que la cerveza marca Budweiser tuviera que ser autorizada para su venta en los recintos mundialistas ya que forma parte del conglomerado de firmas multinacionales que patrocinan el evento en evidente alianza con la Corporación FIFA.
También Argentina está siendo víctima de esta organización mafiosa y criminal. El reivindicar su selección nacional, desplegando una pancarta, que “las islas Malvinas son argentinas”, en un partido amistoso previo al mundial, le ha acarreado la apertura de un expediente sancionador que todo apunta traerá cola para la albiceleste. Los irracionales criterios FIFA nos hace posarnos sobre los Andes chilenos. El Estadio Nacional de Santiago de Chile, matadero para chilenos/as de la progresía, fue el elegido por las huestes burocráticas de Pinochet como escenario para un partido de clasificación con la Unión Soviética. La URRS se negó a jugar pero la FIFA habilitó la clasificación de Chile aún jugando solo. Fue el partido más patético de la historia jugando contra nadie. Pero la Corporación FIFA concedió a Chile el pasaporte para disputar el Mundial de Alemania.
Lejos queda el parto de la primera edición de aquel libro del periodista y escritor uruguayo Eduardo Hughes titulado “El futbol a sol y sombra”. Gracias a él, supimos los aficionados al futbol de la confesión hecha en New York a mediados de la década de los 90, ante un círculo de hombres de negocios del entonces Presidente de la FIFA, el brasileño Jean Marie Havelange, experto en la especulación financiera y en la venta del negocio de armas y seguros de vida que sin ruborizarse confesaba: “Puedo afirmar que el movimiento financiero del fútbol en el mundo alcanza, anualmente, la suma de 225 mil millones de dólares”. A finales de esa década arribaba al reinado de la FIFA otro escualo de la Corporación, el suizo Joseph Blatter que sigue ejerciendo 17 años después sin haber pateado una pelota jamás pero que como su antecesor en el cargo anda en limusinas de 8 metros y con chófer negro. Me abstengo de referir sus condecoraciones y órdenes por razones de espacio. Pero desde entonces acá mucho ha llovido sobre el terreno de juego. Al igual que en la vida doméstica, en el futbol cien pesetas juntadas se convirtieron en ciento sesenta y seis y a estas alturas lo que piensa la Corporación FIFA es un secreto a voces: “El fútbol es un producto comercial que debe venderse lo más sabiamente posible, por lo que hay que tener mucho cuidado con el envoltorio”.
Lástima que los destinos de este deporte estén regidos por elementos inescrupulosos como los actuales. Razón tenía quien se preguntaba cuántos dirigentes quedarían vivos, si Dios tuviera tiempo para ocuparse del fútbol.Mientras tanto los medios de comunicación especializados en el deporte o genéricos continúan haciéndole el juego a los trepas que conquistan las cumbres de la FIFA y se hacen el distraído en la denuncia de estos y otros atropellos. Para conocerlos, nos queda la alternativa de cierta prensa latinoamericana y el acercamiento a esta prensa nos hace más rebelde, más crítico, más combativos,….en el futbol y en otros aconteceres de nuestras vidas.
Antonio López Rodríguez