CARTA AL DIRECTOR
‘El Pasaje de los Horrores’
Sé que no voy a descubrir a nadie que las calles de Huelva están como están y que muchos onubenses sufren las consecuencias de la dejadez del Ayuntamiento de la capital y las continúas acciones incívicas de algunos vecinos, pues me niego a pensar que todos sean iguales. Vivo en el Pasaje de los Horrores. No el que debería estar instalado exclusivamente en las Colombinas, otro. ¿Qué no saben dónde está? Pues se lo explico y caigan en la cuenta o no de dónde es, seguro que no le gustarían encontrarse cada día lo que mi familia y yo.


Vivo un barrio que no merece más que otros pero tampoco menos y que da pena verlo, el de La Merced. Vivo más allá de la catedral, en el Paseo de Independencia y no sé si el nombre nos confiere ser una especie de ‘Insula Barataria’ que hace que aquí no se materialicen ni unos adecuados servicios de limpieza ni unos niveles mínimos de higiene. En este ‘pasaje de los horrores’ y su entorno se acumula toda la suciedad imaginable y más, la que se almacena en este espacio donde muchos parece que identifican una amplia papelera sin márgenes, repleta de papeles, cartones, excrementos (caninos y no), colillas, chicles… y que además es receptáculo de todo aquello que el viento arrastra y que nadie parece pensar que le corresponde barrer.

Lo que no se lleva el viento de un lado a otro los asquerosos olores de las meadas de personas y perros que alicatan las paredes con sus sombras nauseabundas, ni las pintadas cochinas de una corriente que nada tiene que ver con el arte urbano y mucho con las malas artes de la destrucción hiriendo las miradas.
Como decía, es fácil encontrar papeles y todo tipo de residuos pululando por unas baldosas con suerte cuarteadas, que es donde mejor se puede pisar, pues la mayoría están bien rotas, con agujeros y resaltos, como el que lamentablemente encontró recientemente una señora mayor. La pobre sufrió tal caída que dejó un charco de sangre en torno a su silueta estampada en el suelo. Allí duermen día sí y el otro también mendigos que, aunque da pena su situación, suman también en el empeoramiento del entorno, abandonando ropa, haciendo sus necesidades, etc.

A estas alturas de la carta, muchos pensarán que exagero y lo cierto es que creo que me quedo corto, pero me cuesta encontrar las palabras para describir un espacio tan impropio de una ciudad que merezca llamarse así y que encajaría más en cualquier suburbio del Bronx neoyorquino. Lo he visto en otros testimonios de otras partes de la capital y me sumo a ellos. Bien que pagamos impuestos, bien que es elevado el IBI en esta zona con respecto a otras y bien poco es lo que se recibe a cambio.

Al menos el derecho a la protesta es gratis y lo que nos debería de corresponder a todos los vecinos es denunciarlo las veces que haga falta, hasta que se solucione. Muy mal por todos los que ensucian y guarrean todo, desde los clientes del Kebab de la esquina hasta los que pasan por el pasaje dejando mala huella. Muy mal por los que desafortunadamente creen que es el lugar ideal para que su perro alivie su carga de heces y orina. Pero también muy mal por los servicios del Ayuntamiento, que deberían de poner más esmero en este lugar, que merece ya que se repongan la inmensa mayoría de su acerado por uno en condiciones y se realice un correcto mantenimiento, así como una cumplida limpieza a fondo.
Ojalá pronto pueda volver a escribir diciendo que el pasaje de los horrores vuelve a estar exclusivamente en Colombinas y el de aquí, a continuación de mi puerta, ha cambiado de nombre y da gusto verlo.
Alfredo C. S.