CARTA AL DIRECTOR

Un buen chico

Se llamaba Toufik Alasal y tenía 24 años. Su familia lo define como un buen chico que cuidaba de una madre enferma. Hace un año salió de su pequeña aldea natal en busca de una vida digna, una vida normal, esa aspiración tan irrebatible y humana que un país con una estructura feudal como Marruecos jamás podrá ofrecer a su ciudadanía.

Un buen chico

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Solo un dato, más de un tercio de la población marroquí es analfabeta. Sin embargo, la Europa ilustrada y solidaria envía millones de euros a Marruecos, millones de euros de nuestros impuestos, no para alfabetizar a la población, tampoco para construir hospitales, envía millones de euros para apalear, detener y encarcelar a todo aquel que intente escapar de esa miseria. Pero la única perspectiva que le quedaba a Toufik  en su país era trabajar en una de las múltiples fincas de fresa que rodean su polvorienta aldea, donde pagan 9 euros por exhaustas jornadas de trabajo de 8 o 9 horas bajo un sol despiadado, sin ningún derecho como trabajador.    

Un buen chico

Por eso, decidió viajar a Europa. Y para ello cruzó una frontera que despliega alfombras de terciopelo para los camiones cargados  de hortalizas y, sin embargo, se transforma en una trampa mortal cuando se trata de tránsito humano. Toufik tuvo suerte y llegó a España con una mochila cargada de sueños, atraído por la idea de la tierra de la prosperidad y las oportunidades de la que, seguramente, había oído hablar mucho antes de partir.  

Pero encontró la muerte en un lugar inmundo, donde las ratas se pasean entre montañas de basura acumulada. Quién podría imaginar que Toufik moriría a causa de la miseria en un municipio español, que presenta superavit en su presupuesto municipal año tras año. Quién podría imaginar que el lucrativo negocio de la fresa onubense es incapaz de asegurar un derecho tan básico como un techo seguro, a las miles de trabajadoras y trabajadores que necesita un cultivo intensivo. Quién puede imaginar que un país moderno y democrático del siglo XXI sea capaz de violar todo el cuerpo legal que protege los derechos humanos y los derechos de los trabajadores, abandonando a su suerte a miles de personas que están produciendo riqueza para esta sociedad. Y porque eso sucede, a Toufik no le quedó otro remedio que instalarse en uno de los numerosos asentamientos de chabolas, repartidos por la costa de Huelva, y construidos por los propios inmigrantes. Allí, una fría noche de diciembre murió abrasado en un incendio. Hasta donde sabemos, no ha habido ni una sola reacción de condolencia por parte de los representantes de las administraciones públicas. Si un vecino de 24 años de Palos de la Frontera hubiese muerto quemado en su casa, no hace falta tener una gran imaginación para saber que la situación hubiese sido muy distinta. Pero Toufik era un ciudadano invisible, incluso después de morir en una situación trágica que se podía haber evitado.    

Un buen chico

La exclusión social no solo condena a la pobreza y a la precariedad a las personas inmigrantes. También obstaculiza la relación con la sociedad de acogida, la interacción y el conocimiento mutuo tan necesarios para una sociedad más justa, más solidaria y más tolerante. 

Ni las llamadas de atención de las asociaciones que trabajan sobre el terreno, ni las recomendaciones de la figura del Defensor del Pueblo Andaluz, ni las denuncias continuas de algunos partidos políticos y sindicatos, ni las peticiones de los propios afectados han servido durante más de veinte años para modificar esta situación.

  

Como ciudadanas y ciudadanos de un país democrático exigimos a las administraciones públicas y a los empresarios del sector que dejen de practicar un capitalismo salvaje que trata a las trabajadoras y trabajadores como mercancía de usar y tirar. Y que escuchen a los agentes sociales y políticos  con sus múltiples propuestas para acabar, de una vez, con la vergüenza del chabolismo.  

Comunicado leído esta mañana en el acto en memoria del joven fallecido y de la mujer herida en el último incendio en el asentamiento de Palos de la Frontera. 

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