TRIBUNA DE MANUEL DELGADO

Paco Toronjo, el precio era el dolor

Aquel tablao La Trocha, anclado en la sevillana calle Imperial, era el refugio de mis noches en los años 70. Uno acudía al local movido por la curiosidad propia de la adolescencia para conocer a artistas de renombre que antes había escuchado con admiración en el viejo casete que me regaló mi abuela.

Paco Toronjo, el precio era el dolor

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Allí estaban todos, cito rápido, muy rápido, y vienen a mi memoria Juana la Del Revuelo, Chiquete, El Pali, Amigos de Gines, Los Marismeños… Y, cómo no, Paco Toronjo, el dios del fandango, mi ídolo  en tardes de infancia, el cantaor al que hice mi primera entrevista periodística, una cariñosa propuesta de Ramón Gómez Carrión, director de El Correo de Andalucía, periódico decano de la prensa sevillana que incluía todos los jueves unas páginas en color dedicadas al mundo del flamenco.

Acudo esa noche a La Trocha con más miedo que una parturienta. Me recibe Manolo Bernal, uno de los dos hermanos propietarios del local, que avisa a Toronjo, mientras éste recompone su figura-muy desmejorada ya- en un modesto cuartillo reformado como vestuario de artistas: Si es la Guardia Civil dile que venga otro dia…, responde el cantaor con ironia y parsimonia ante la llamada de Bernal, que me propone con la solemnidad de un marqués que tome asiento al fondo, bajo una gran foto en blanco y negro de la tonadillera Juanita reina.

A los pocos minutos aparece Toronjo, el gesto serio como siempre, el pelo hacia atrás, trajeado y, Curro, el camarero, nos ofrece una botella de Manguara -agua con aguardiente-, la bebida favorita, por cierto, de los ingleses de las minas de Riotinto.

Un primer trago nos sirve al cantaor y al periodista para “crear ambiente” -como diría el escritor González Ruano-, para ganar terreno a la confianza, y que una vez el camino libre y abierto, Toronjo trenzara recuerdos y fandangos de su vida, amparado por los sonidos extraordinarios  de El Pinche, su guitarrista inseparable por los escenarios de España.

Tuve una infancia que no he logrado olvidar…, me recuerda de entrada con una pizca de amargura Francisco Gómez Arreciado, Paco Toronjo, cuando  evoca los años de su niñez en Alosno, pueblo donde nació un 13 de junio de 1928 en la calle Barrios.

Allí escucha a grandes maestros como El Carbonerillo, el Bizco Amate, Antonio Chacón, El Mellizo…, cantaores que le sirven para crear un estilo propio e intransferible, hondo, arropado por el desgarro y el dolor. Yo los escuchaba a todos, pero después hacia lo que me daba la gana…, me dijo  sonriente citando una expresión de su amigo Camarón de la Isla.

A nuestro lado, El Pinche, incansable en sus rasgueos de guitarra, acompaña nuestra conversación, que alcanza una de las cimas deliciosas de la noche cuando Toronjo carraspea con timidez para aclarar la garganta y dedicar éste fandango a su madre:

¿ como quieres que te quiera

 como yo quiero a una madre

si a mi mi madre me dio

lo que tú quieres quitarme

la vergüenza y la razón?

Toronjo me acerca la botella de Manguara, ofrece un nuevo trago, y  recuerda sus inicios profesionales a dúo con su hermano Pepe como pioneros del cante por sevillanas.

Tras la muerte de su hermano, Toronjo continúa en solitario con actuaciones destacadas en Madrid, donde alcanza resonantes triunfos en las Cuevas de Nemesio, Los Canasteros o El Corral de la Moreria, actuaciones junto a José Merced, El Chato de la Isla o El Cabrero.

Insiste Toronjo, que hace un gesto a El Pinche para cantar uno de mis fandangos  preferidos, los ojos cerrados y la mano en el corazón:

                 Aunque lo veas dando tumbos

                 no le llames mamarracho

                 ni se le llame borracho

                 que nadie sabe su mundo

                  ni la cruz que va llevando

Esa noche La Trocha, que vivía sus últimos años de esplendor, agota entradas con un público integrado, en su mayoría, por aficionados al cante, señoras  maquilladas, señoritos con bigote y turistas japoneses. 

Bartolomé El Pinche hacia esfuerzos  para no defraudar a su maestro, mientras faltaban pocos minutos para que Toronjo subiera al escenario en una de sus  noches memorables.

El cantaor de Alosno me habla de su amplia carrera discográfica, una histórica antología integrada por 42 discos que comenzó en 1960 cuando actuaba en el tablao El Duende. También recorre con su memoria el Olimpo de sus dioses flamencos, una lista que encabeza La Niña de los Peine, Manolo Caracol un innovador, y Camarón de la Isla, dijo de todos ellos.

Tengo más cicatrices que un torero…, confiesa Toronjo con la voz grave y un brillo intenso en la mirada. ¿Y duelen , Paco?, le pregunto con la ingenuidad de un aprendiz y responde en su camino hacia el escenario,>

Las cicatrices que había dejado a Toronjo el toro de la vida las recogió en un emotivo libro Antonio González “ El Raya”, que lo bautizó-definió como “El Papa del Fandango” en su obra La vida de un genio.

El guitarrista Moraíto manifestó una vez que el  mejor cante, el verdadero, es el que duele. A Toronjo el cante le dolia como una herida abierta, por  eso-ahora lo comprendo- cerraba los ojos y lloraba para sus adentros sobre el escenario : para no ver las cicatrices de su alma. Tuvo que superar una infancia desdichada, la muerte de su madre, la de su hermano Pepe, la de un hijo con 23 años, arrastró como una pesada cruz el estigma de bebedor…, le dijo una noche al critico de flamenco Manolo Bohórquez.

La última vez que nos vimos-la escena me acompaña como una bendita sombra- fue en la Peña Flamenca de Huelva, donde estaba asistido esa noche por su compañera sentimental Antonia, a la que él llamaba con cariño “Pequeña”. 

A su lado , con gesto serio, su fiel amigo “ El Lumi” que, en un rincón apartado de la peña, me advirtió entre lágrimas: Paco está mú tocao….

Falleció el mismo mes que lo hiciera  Camarón de la Isla: en julio de 1998, a los 70 años, a causa de un fallo hepático, pero antes de partir para siempre había sufrido otra tragedia personal, una herida más: un cáncer de laringe le había dejado sin voz, sin su voz, tan personal e irrepetible.

Te recordamos, admirado e inmortal Paco.

MANUEL DELGADO. Periodista de Canal Sur Radio en Huelva

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