Casa A'poliña Calviño: «Los mejores guisos de la ciudad en uno de los restaurantes más antiguos de Huelva»
Cocina muy de mercado, con gran presencia de los guisos caseros, en especial los marineros y algún guiño a su origen gallego
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Hablar de la gastronomía de una ciudad es hablar de su historia y de los lugares que han ido marcando cada evolución de la misma. Este es el caso de Casa A'Poliña, Calviño como es conocido por ser el apellido de la familia que lo regenta, restaurante de marcado sabor tradicional sito en el entorno del famoso y excelso Mercado del Carmen. Este coqueto lugar inició su andadura de la mano de Antonio, de origen gallego y padre de las actuales propietarias, quien montó un bar para suministrar bebidas y alimentos a los barcos y empezó a dar de comer a los marineros y algún que otro lugareño.

Hoy en día es todo un emblema en la ciudad y un referente de esas casas de comida donde el cariño en todo está muy presente, desde el local, la decoración, la elección del producto y la propia elaboración de este, hasta el trato familiar que se respira al entrar en él. Algo tan natural entre los que nos gusta cocinar es saber que alguien tiene buena mano en los fogones y aquí sin duda, esto ocurre.
Ojalá alguno de la nueva generación recoja el testigo de Fabi y Ana y mantenga viva esta llama tan onubense. Como ellas mismas dicen son «el sabor del corazón choquero».
Cocina muy de mercado, con gran presencia de los guisos caseros, en especial los marineros y algún guiño a su origen gallego.

En esta última visita, además de tomar de tapa unas buenas huevas con mayonesa, una de mis mayores debilidades y su original y rica ensaladilla de remolacha, decidimos tomar cuatro platos a compartir, unas fabes con chocos y langostinos soberbias, seguidas del que para mí es uno de sus platos estrella, el pez espada o aguja, como dicen por aquí, con tomate, ese tomate en el que mojar pan es una obligación y las patatas fritas siempre parecen pocas para sumergirlas en ese manjar.
Continuamos con otro plato que ya es un clásico, unos huevos con patatas y chistorra, en este caso tuvimos suerte de poder probar un soberbio huevo de oca, de mayor tamaño y cremosidad.


Terminamos con un buen entrecot, ya que el marido de una de las dueñas es uno de los carniceros más afamados de la ciudad. De postre, ya que estamos en su tiempo, una buena torrija con helado de turrón y unas fresas.
Para acompañar el postre tome uno de los originalísimos y sofisticados tés que componen su magnífica colección, sin duda la mejor de la ciudad. Más aún tomarlo en esta primavera que ha arrancado tan fría y lluviosa como el invierno, si uno se ubica cerca del clásico chubesqui de forja, todo es aún más mágico.


Es lo más parecido a comer en casa por los platos y por la familiaridad que se respira. Hay que defender estos bastiones de la tradición culinaria local con todas las armas a nuestro alcance, ya van quedando menos y se han convertido en verdaderas joyas que bien merecen una parada cada poco tiempo.