DIEGO CALVO
'Pensamientos confinados' (LXIV): Es un milagro que Cristiano siga vivo
¡Este confinamiento va a sacar lo mejor de nosotros mismos! ¡Este confinamiento va a sacar lo peor de nosotros mismos! Las dos Españas y, como no puede ser de otra manera, las dos llevan razón. Y eso, por supuesto, significa que las dos están equivocadas. Este confinamiento ha sacado lo más nuestro de nosotros mismos.
Quien era envidioso y chivato ha sacado sus mejores cualidades como vigilante de balcón; quien era propenso a la introspección ha llegado cerca del nirvana en sus meditaciones; quien era dado a entender de todo, hoy es un especialista en pandemias mundiales y quien ve el vaso medio lleno, ha terminado de llenarlo varias veces al día (el consumo de alcohol en casa ha subido como la espuma para mejorar la metáfora). Incluso los incautos que creían que Cristiano es mejor que Messi, han encontrado nuevos argumentos para decir semejante majadería, pobres ellos. Y por supuesto los rojos son más rojos, tirando a rojo pasión y los azules, azul marino, tirando a verde Vox. Ah y no me puedo resistir a decir que, para los que somos de pelarnos poco, miel sobre hojuelas. ¿Verdad, doctor Simón?
El fracaso de este confinamiento ha sido para quienes han visto en él una oportunidad de convertirse en algo diferente a lo que eran y empezar a hacer las cosas que nunca habían hecho. Habrá quien no, quien ha aprendido una nueva lengua o a tocar un instrumento en estos meses. Pero no es que hayan cambiado. Es que son personas que siempre han tenido esa inquietud por la acción y la novedad y han desarrollado esa potencialidad. Los que como en mi caso, somos de otra naturaleza, nos hemos conformado con ser lo mismo, pero más. Más de lo mismo, que cantarían los Niños Mutantes. Un ejemplo: los que somos de pensar en cosas absurdas, terminamos haciendo reflexiones con titulares tan excéntricos como el que preside este desvarío confinado.
En mi caso, quiero pensar que ese “aun más yo” es el tío más pesado del mundo con el rollo de valorar lo afortunado que somos por haber nacido en esta época y este lugar del mundo. Unas coordenadas ciertamente privilegiadas y con una probabilidad menor que la de que te toque la de lotería. Una lotería que, mientras que en otros países ocasiona que chamanes invoquen a los dioses contra el bicho o que vecinos arrojen a los muertos a las calles porque no tienen a nadie que se los lleve, nos permite pasar pandemias mundiales bebiendo cerveza y viendo Netflix o quejándonos de llevar mascarilla en las tiendas. Y teletrabajando.
Y eso que lo del teletrabajo ha sido más gato que liebre. Y vuelvo a la tesis que llevo explicando todos estos renglones: Los que curraban mucho, ahora en casa lo hacen más y sin horarios, peleados con la informática y las conexiones Wifi. Los que se escaqueaban, ahora tienen la bicoca al alcance de la excusa del siglo: “estoy de videollamada”. Bendito invento. Reconozco las ventajas de poner lavadoras y remojar las lentejas al mismo tiempo que se hace teleconferencia con los jefes, pero son muchos los que añoran volver a la oficina y descansar del trabajo de casa. Y no les falta razón.
Así que llego al final de estas reflexiones confinadas siendo coherente por una vez con mi propia incoherencia. Porque por un lado sí que creo que soy más yo mismo, y que este tiempo me ha servido para dejar a un lado lo menos importante para centrarme en lo esencial. En disfrutar de mis enanos, echar de menos a los seres queridos y valorar tener un trabajo que me permite vivir dignamente. Pero, por otro, no me siento más de ninguna de esa dos Españas, ni más rojo ni más azul, ni más vigilante de balcón, ni mas edulcorante de medidas de un Gobierno que como todos en una situación sin precedentes como ésta, ha combinado aciertos con importantes resbalones. Pero en general, ahora hasta los huraños como yo, añoramos los abrazos, los besos, los ratos en común y los paseos sin ningún motivo, espoleados por el barniz irresistible de lo prohibido y peligroso. Y eso que hemos tenido que estar más con nosotros mismos, y eso puede ser duro para quien no se gusta. Y una maravilla para quien ya se quería, que ahora está encantado de conocerse. Y eso me hace pensar y preocuparme por la salud de Cristiano Ronaldo. Si mi tesis es cierta y ahora se quiere aun más que antes, es un milagro que no haya muerto ya por un orgasmo de amor propio.
PD: ¿A que mola no incluir la palabra coronavirus ni COVID-19 en todo el texto? Es la primera vez que me pasa en dos meses.
Que me pasaba. Mierda.
Diego Calvo,
presidente de la Asociación de la Prensa de Cádiz
(Confinado y teletrabajando en Cádiz)